sábado, 19 de noviembre de 2016

Despertar

Suena el despertador avisándome que es hora de retomar el trabajo, estiro la mano hacia el borde de la cama donde suelo dejar el teléfono, y lo apago. Mi mente se va despertando y amaga con traerme pensamientos que estuve tratando de bloquear toda la semana. Son cinco segundos. No llega a materializarse una nube negra porque, de pronto, tengo a Gala lamiéndome el brazo, contenta porque me desperté. Le hago un hueco a mi derecha y se sube a la cama, se acuesta a lo largo bien pegada a mí y me abraza el brazo derecho con sus dos patitas. Apoya la cabeza en mi pecho y me mira, moviendo la cola. Automáticamente, mi marido hace un ruidito, se da vuelta hacia mi lado y me abraza, apoyando su cabeza en mi pecho, del lado izquierdo. Así me encuentro entonces. Boca arriba, rodeada de un amor infinito. A mi izquierda, el hombre con el que comparto mi vida hace nueve años, roncando despacito, con su abrazo cálido. A mi derecha, la perra que adoptamos hace casi cinco años, feliz de verme despierta y de compartir una caricia. La nube negra que amagó se aleja por un buen rato. Dentro de ella, los pensamientos que querían aflorar... enfermedades, cansancio, responsabilidades, la pena por la futura pérdida de una buena amiga de la familia. Son unos minutos en que lo único que puendo pensar es en lo afortunada que soy, de tener todo este amor para mí. ¿Alguna vez imaginé que llegaría un día en que me sentiría así? La verdad es que no. Pero acá estoy, acá estaban ellos, borrando mi pena con su afecto silencioso, con sólo unos abrazos y unas caricias. Y les estoy eternamente agradecida por quererme tanto.

lunes, 14 de noviembre de 2016

Semanita de descanso en Santiago de Chile


Hace una semana nos decidimos a cruzar la cordillera de los Andes y visitar, por primera vez, el país vecino: Chile. Los zoquetes estos aprovecharon para festejar su primer aniversario de casados (el sábado 5 de noviembre) y yo tenía que estar ahí. Obvio. No pueden viajar sin mí, no tiene gracia. Sería un viaje sin alma.

Chile es un país angosto, muy bonito, lleno de gente simpática. Nos quedamos en la capital, Santiago de Chile, seis noches. Conocí lugares muy lindos, comí comida rica (cuando me alejaba un poco de la Zoqueta, porque aquella come todo vegano y yo no soy vegano, soy un perrito) y compramos muchas pavadas. Me parece que se pasaron de rosca con las compras, porque cuando se sentó en la computadora la Zoqueta a hacer cálculos de lo que tienen que pagar el mes que viene, quedó más pálida que de costumbre. ¡Y eso es mucho decir!


 Desde el avión, cruzando los Andes. ¡Una cosa de locos!


Esta es la vista desde el departamento que alquilamos (en un octavo piso). ¡Esa pileta era enorme! Pero al final nunca hizo calor como para usarla. Hacía un fresquete que a la noche se me escarchaban las bolitas si me metía al agua. 


También desde el departamento, allá atrás se ven los cerros. ¡Harmoso!

Aparte de Santiago, conocimos algunas ciudades más de Chile, como Valparaíso y Viña del Mar. BAH. No les voy a mentir. Estos dos conocieron esas ciudades. Yo me había tomado una cerveza artesanal la noche anterior y quebré en el departamento, así que no quise salir. Me dijeron que estuvo lindo. Me contaron más cosas, pero todavía estaba un poco resacoso y no escuché mucho lo que me dijeron. Encima no me trajeron ni un recuerdito. Manga de inadaptados sociales.

Otro día fuimos a Cajón del Maipo, un lugar hermoso con un lago y montañas nevadas de fondo. Ese día el guía recomendó que yo me quedara en la mochila, porque el viento me iba a llevar al quinto demonio. Después me enteré que se lastraron un picnic a orillas del lado, con vino artesanal y todo. Me lo re perdí, por chiquitito.

 
Este es el Cajón del Maipo. Un lugar tranquilo, lleno de riquísimos amigables pajaritos, y una paz terrible.

Por Santiago caminamos mucho. Hay lugares muy interesantes, no todo es shopping y compras (parece que mucha gente va para eso, pero la ciudad vale la pena). Mi lugar favorito fue el Museo de Arte Precolombino. ¡Había muchas cosas geniales!


Acá con el amigo en el museo. Yo me lo quería traer a casa, pero me pareció que estaba complicado el asunto.


Acá el último día, disfrutando unas almendras que tenía la Zoqueta encanutadas en el bolsito, en una de las plazas de la ciudad. ¡A mí me vas a esconder los frutos secos, gila! ¿No sabés que tengo un olfato super desarrollado? Y ni te cuento del hambre que tenía.

Fue una linda semana de descanso, especialmente necesaria para los dos zoquetes que trabajan todo el año sin parar. Se lo tenían merecido. Bueno, ¡yo también! Ser un perrito adorable lleva mucho trabajo, no es para cualquiera, así que también me merecía mis mini vacaciones.

¡Saludos y hasta la próxima vacación-aventura!

lunes, 17 de octubre de 2016

Literario

Continuando con la maravillosa trilogía de Ken Follet, hace unos cuantos días terminé el segundo (sí, ya voy por el 20% casi del tercero, es la emoción). Sigo maravillada por la forma que tiene este tipo de escribir, es un placer a la vista.

En este libro, seguiremos los pasos de las familias del primer tomo, pero a partir del año 1933. El mundo queda bastante roto tras la primera guerra mundial y, lamentablemente, se va preparando para la segunda. Este es el momento en donde en Alemania el nazismo cobra un papel importante, aparece más fuerte la figura de Hitler, una de las personas más relevantes del siglo XX. Así que en esta oportunidad, además de seguir los pasos de la vida de las familias que veníamos leyendo en el primero también iremos conociendo lo que fue esta época tan oscura de la historia mundial.
Nos introduce al ataque de Pearl Harbour por parte de los japoneses, sus motivaciones y su avanzado armamento. También a la guerra civil española, y al desarrollo de la bomba atómica.
Traiciones por todos lados, espías, códigos que hay que descifrar, mucha política y, lamentablemente, muchísima muerte. Las barbaridades cometidas por el nazismo (aunque no toca puntualmente con detalle el tema de los campos de concentración, sí los nombra), pero también las que cometían los soldados comunistas tras conquistar territorio. Pienso yo que igual no tienen comparación.

Leyendo el tercero, ya puedo decirles que para mí, el mejor de esta trilogía es este. Tengo una obsesión con el nazismo (no los admiro ni defiendo, pero me parece increíble que haya sido posible que existiera una crueldad semejante). De todos modos, si investigara y leyera sobre historia de otros lugares del mundo, seguro encontraría algo similar en otro sitio. La humanidad no deja de sorprenderme.

Follet: usted siga escribiendo nomás, que yo leo.

jueves, 13 de octubre de 2016

Sin voz

Desde tiempos remotos la mujer ocupa un sitio complicado en la sociedad. Todos sabemos bien de qué estoy hablando. Desde no poder votar, a no tener derecho a salario digno, a que su cuerpo sea una cosa (como aquel derecho feudal «prima nocte» de robarse a la novia en su noche de bodas), a un sinfín de situaciones en que la mujer no estuvo en igualdad de condiciones que el hombre.

Estando en el año 2016 una pensaría que en algo las cosas deberían cambiar. Y en algo han cambiado. Pero la mujer sigue siendo una cosa desechable, golpeada, maltratada, violada. No sé cómo será en otros países (en algunos lo sé) porque no siempre nos llegan todas las noticias, pero acá en Argentina las cosas están complicadas. No a nivel «no se puede salir a la calle», pero hay demasiado loco suelto. Como los dos que asesinaron hace unos días a una chica de 16 años en Mar del Plata, sin piedad.

A los 16 años yo estaba en cuarto año del secundario. Amaba a mis amigos, me gustaba salir a bailar con ellos, salir a tomar, divertirme. Todavía no pensaba en sexo, ni en hijos, ni nada. No tenía novio. Me gustaba mirar dibujitos, leer, juntarme a ver películas en casa de algún amigo del colegio, dibujar personajes de animé. Fantaseaba con el piercing de la nariz que finalmente me haría al año siguiente. No tenía mayores precupaciones que cualquier adolescente de mi edad. Me aburría estudiar, y ese año me llevaría unas cuantas materias a diciembre.

Lucía también era estudiante del secundario. Sólo que a ella la cosa se le terminó rápido, cuando dos enfermos (uno de 23 y otro de 41) decidieron drogarla, violarla y finalmente empalarla, que fue el motivo que terminó con su vida.

Estas cosas ocurren hoy en día en el país donde me toca vivir. Y sé que no es acá solamente que se dan estas cosas, no quiero ni imaginarme las aberraciones que se deben cometer en otros lados, donde la situación es mucho peor. Ayer leí la noticia de esta pobre piba, y todavía me duele en el alma, como si la hubiera conocido. Entró en mi vida en el momento en que la suya había terminado.

¿Cuándo se va a terminar toda esta locura? ¿Hasta cuándo van a reinsertar a estos enfermos en una sociedad que ya está rota? ¿Quedarán presos de por vida o los soltarán eventualmente? ¿Se seguirá enojando la gente por unos graffitis en una ciudad (en Rosario, tras una marcha por la mujer el fin de semana que pasó) en vez de indignarse por la violencia hacia la mujer?

Yo disfruté mis 16 años, pero Lucía y muchas cientos de chicas más, ya no van a poder.

miércoles, 12 de octubre de 2016

12 de octubre

Acá en Argentina le cambiaron el nombre a esta fecha, de «día de la raza» a «día de la diversidad».
Diversidad.
Sin embargo, la historia nos lleva a 1492, cuando una persona llamada Cristobal Colón llegaba a nuestras tierras de América. Para mí la fecha debería llamarse de otra manera. «Día en que todo cambió». «Día del no respeto al hogar del otro». «Día en que unos pobladores aprendieron que todo lo que amaban estaba mal». Y se me ocurren miles.


Sabiendo lo que es capaz de hacer la raza humana, descarto por completo incluso un universo paralelo donde no se hayan asesinado sin miramientos a los pobladores originarios de nuestras tierras (y todas), pero a veces me encuentro pensando cosas como «¿Cómo sería hoy el mundo si REALMENTE existiera el respeto a la diversidad?».
12 de octubre.
 Yo no me olvido de la sangre derramada.

domingo, 2 de octubre de 2016

Literario

Estoy muy vaga para sentarme a escribir este año. No voy a poner excusas con florituras, es simplemente lo de siempre, para cuando tengo un ratito libre se me apaga el cerebro.
La lectura está un poco lenta también, aunque ahora con el libro que empecé estoy experimentando ese vicio que me lleva a leer incansablemente en cada momento que encuentro. Para no perder la costumbre, estoy leyendo una trilogía.
Y como este es el año de los libros «serios», me decidí a comenzar la trilogía del maravilloso Ken Follet (autor de uno de mis libros favoritos del mundo mundial: Los pilares de la Tierra) que trata sobre las muchas guerras y los muchos imperios que las comienzan: The Century.

Este primer libro nos sitúa en el año 1911, con la coronación de Jorge V (rey de Inglaterra). La historia nos va llevando por cinco familias desperdigadas por el mundo (Gales, Rusia, Alemania, Inglaterra y Estados Unidos) durante los años turbulentos que van desde esa coronación hasta el fin de la primera guerra mundial.
¿Qué es lo que tiene de grandioso esto? Que Follet utilizó hechos reales y personajes reales de la historia de nuestro mundo mezclados con los integrantes de esas cinco familias que salieron de su cabeza. Si bien la parte «novelera» de los libros fue creación del autor, se basó en hechos reales, y lo que es histórico no fue inventado. Es una perfecta combinación de realidad y ficción. Así, mientras que vamos conociendo a todos estos personajes y vamos viviendo paso a paso con ellos lo que era el mundo hace más de cien años, también vamos aprendiendo acerca de la historia real de lo que sucedió. Y no sé ustedes, pero yo al menos no tenía ni idea de lo que había pasado en esa época en Gales con el tema de los mineros, ni de lo que fue la revolución Rusa.
Ken Follet tiene una forma maravillosa de llevarnos por su historia, tiene esa manera de escribir y decir las cosas que hace que sea imposible no querer seguir leyendo. Tal es así que el mismo día que terminé este libro, me fui a recorrer el barrio buscando una librería donde me vendieran el siguiente, que ya llevo leído casi al 70%.
Si les gusta la historia, esta trilogía es muy recomendable. No es densa ni termina siendo un documental de los hechos cayendo en detalles tipo libro escolar sobre historia, al contrario. Es muy interesante, y uno se termina encariñando con las familias. Otra cosa que está buena es que esas familias no participan solamente en el primer libro, sino que en los siguientes vamos viendo qué sucede con las generaciones que los siguen.

En palabras del escritor: «Esta es la historia de mis abuelos y de los vuestros, de nuestros padres y de nuestras propias vidas. De alguna forma, es la historia de todos nosotros».

lunes, 8 de agosto de 2016

11 meses después

Me topé con este post que hice hace exactamente 11 meses, un 8 de septiembre.

En él alababa la mudanza al departamento nuevo, tirando una hermosa lista de pros y una sola contra. Hoy, tras un tiempo transcurrido, debo confesar que la lista de contras ha crecido.

Los niños del edificio NO son unos santos, de hecho el de arriba desde que empezó el 2016 está francamente insoportable, no hace más quilombo porque no tiene tiempo. Llora, hace ruido con juguetes, sus padres incluso están más ruidosos. ¿Lo mejor? La madre está embarazada de nuevo. Por otra parte, en el otro departamento grande solía haber una familia de cuatro, con dos nenas que eran muy gritonas. Cuando se mudaron nos aliviamos, pensando que los nuevos podrían ser más tranquilos. Grave error: la nena de la familia es la reencarnación de Satanás.

El baño, que tanto amé el primer día, es una fábrica de hongos que cada dos semanas tengo que estar sacando, a las puteadas, porque se llena hasta el techo. No ventila, así que con dos personas duchándose, se imaginan que siempre está lleno de agua. Y encima eso, las paredes condensan y siempre están chorreando agua, así que todas las mañanas es despertarse y encontrar el baño todo lleno de agua en el piso.

Siguiendo con la humedad, toda la casa se llena de hongos. La habitación no es la excepción. El ropero está LLENO, de hecho la madera de los estantes vive húmeda. Se me mancha la ropa, y los zapatitos de verano ya están con olor a podrido. Fuera de joda. Soy alérgica a los hongos. No saben lo feliz que estoy.

Ahora este fin de semana se mudó un chico nuevo al lado, que tiene un cachorro de un año, claramente no acostumbrado a estar solo. Hoy se fueron dos horas y pico a hacer unas compras y dejaron al perro encerrado en el patio (4,5 m2 tiene el patio, como mucho). No paró de ladrar UN minuto.

Sigo pensando que es mejor que el departamento anterior, eso desde ya. Pero por primera vez en mi vida quiero que se vaya el invierno, no porque no me guste el frío (que de hecho lo amo) sino porque necesito que se corte esta racha de hongos en todos lados. Entre la alergia y el ahogarse al limpiarlos con lavandina, un poco me está pudriendo el asunto.

No tengo suerte con los departamentos, che.

domingo, 7 de agosto de 2016

Recetario veggie!

De Italia no sólo me trajeron un apellido, sino el amor por algunas deliciosas harinas tan típicas de allá, en particular la pizza y la pasta. Históricamente, en casa de mis padres siempre se hizo pasta de algún tipo los domingos, y ahora que ya no vivo con ellos sigo manteniendo esa costumbre. Por lo general tengo siempre alguna pasta seca copada a mano, pero hoy me la jugué y amasé pastas caseras. Me mandé unos sorrentinos de la gran siete.

Sorrentinos rellenos

Ingredientes
Masa:
300 gr de harina común
1 cuchara de aceite (yo usé de girasol)
sal
1 cucharadita de cúrcuma (opcional, le da color más que nada)
140 cc de agua a temperatura "no te quemo pero estoy calentita"

Relleno:
Básicamente pueden ponerle lo que se les ocurra. En esta ocasión, yo los hice con ricota de tofu, jamón vegetal que consigo en el barrio chino y almendras picadas.
Para la ricota de tofu:
300 gr de tofu firme
2 cucharadas de jugo de limón
2 cucharadas de aceite de oliva
sal

Preparación
Primero se hace la masa. Poner la harina en un bol grande, agregar la sal y la cúrcuma y mezclar bien. Hacer un huequito en el medio, echar el aceite y el agua de a poco, mientras se va mezclando de los bordes hacia el centro, hasta que se forme una masa manejable. Bajarla a la mesada y trabajarla, amasando de 5 a 7 minutos hasta que quede homogénea. Luego envolverla en film y reservar a temperatura ambiente, por lo menos media hora.
Luego la ricota (obviar este paso si donde viven ya se vende la ricota, acá no). Desarmar con un tenedor el tofu y ponerlo en un bol con el resto de los ingredientes. Mezclar bien y dejar reposar tapado en la heladera por lo menos media hora. Por otro lado, cortar el jamón en cubitos y picar las almendras. A la media hora, mezclar todo el relleno. Corregir la sal.
Separar la masa en bollos y amasar bien con palote hasta que quede como mucho de 2 mm de espesor.
Yo usé un molde de sorrentinos que compré para esta ocasión, así que después de amasar bien corté la masa en dos tiras. Una la coloqué en el molde enharinado, y le puse relleno a cada circulito de masa. Luego mojé los bordes y puse la otra parte de la masa por encima, y aplasté con el palote hasta que se formaron los sorrentinos. Con esta masa me salieron 24 sorrentinos.

Importante: Cada vez que se usa el molde, volver a enharinar para evitar que se peguen.

Luego poner una olla a hervir, y en cuanto rompe el hervor, sumergir la pasta. Se cocina en 5 minutos, cuando empiezan a flotar ya están.

Servir con lo que gusten. Yo les puse pesto de rúcula y queso rallado vegano por encima.


Ricota de tofu


Acá ya todo el relleno preparado, con el jamón y las almendras


Colocando la segunda tapa de masa, antes de pasar el palote


Palote pasado, hay que darle con ganas para que se separen bien los sorrentinos


Et voilà!


Si no los van a cocinar enseguida o piensan encimarlos, conviene ponerles harina por encima para evitar que se peguen


Acá el plato servido con el pesto


Y una vista del relleno

¡Anímense porque es muy sencillo! Y no sé si donde viven les pasará, pero acá en Buenos Aires las pastas rellenas se caracterizan por ser muy caras.

¡Provechito!

domingo, 24 de julio de 2016

Recetario veggie!

Una de las cosas que más me cuesta veganizar, son las recetas dulces. Sigo experimentando y a veces me frustro, porque las cosas no me salen como yo quisiera, y el cuerpo también pide algo dulce.
El viernes probé hacer estas trufas, y la verdad es que quedaron buenísimas. Llevan cuatro ingredientes, y cualquier invitado, sea o no vegano, va a quedar encantado.

Trufas de chocolate

Ingredientes (para 60 trufas aprox.)
200 gr de nueces peladas
200 gr de dátiles
100 gr de cacao amargo en polvo
Endulzante (yo usé miel de caña)
Una pizca de sal

Preparación
En una procesadora, colocar todos los ingredientes secos. Por las dudas, no se olviden de sacarle el carozo a cada dátil, no sea cosa que lo dejen y se arme un quilombo (?). Empezar a procesar y añadir el endulzante a gusto, hasta que se forma una masa que se despega de las paletas y ya es difícil de mezclar.
Luego, tomar una porción de esa masa e ir armando las bolitas con la mano. Pasarlas por la cobertura que quieran, yo usé coco rallado y granas verdes.
Servir. Comer rápido, ¡vuelan!






¡Provechito!

miércoles, 20 de julio de 2016

20/7

Con el correr del tiempo, desarrollé una habilidad para analizarme a mí misma sin necesidad de ir a un psicólogo. A veces quizás tardo más en darme cuenta de ciertas cosas, pero por general termino entendiéndome. Y por ahí también me pasa con otros. Creo que el hecho de ser más solitaria me llevó a ser más observadora, pero igual esto no viene al caso.

Cuestión que acá en Buenos Aires, hoy 20 de julio se celebra el día del amigo y, como en muchas de estas fechas nefastas, una de las cosas que puede suceder es que uno se ponga a pensar. «¿Qué es la amistad? ¿Tengo buenos amigos? Los que tengo, ¿son realmente buenos?»

Desde que tengo uso de memoria que a mi vida le falta una figura masculina. Llámese padre, llámese hermano. Su ausentismo me hizo crecer y pasar por la adolescencia (tras una infancia un tanto jorobada) sin esa imagen de hombre que, se supone, habría que tener de alguna manera. Pero, como a muchas personas que tal vez les pasó lo mismo (o peor que a mí, porque en mi caso no fue por no tener padre ni hermanos, sino por tenerlos y que no cambiara absolutamente nada), buscamos lo que nos falta dentro de casa afuera.

En mi vida, desde que recuerdo, siempre hubo UN amigo especial. Cuando digo especial, me refiero a uno de esos compinches irreemplazables con el que hacemos todo. Vamos acá, allá, nos juntamos en casa, charlamos por horas, en fin. Siempre que me pienso en algún momento de la vida, puedo nombrar qué «mejor amigo» tenía en ese momento.

En estos últimos años creí que había encontrado al actual. Confié ciegamente (grave error) y me vi boludeada. Pero me dejé boludear. Y sé que es porque yo necesito esa figura masculina, me acostumbré a tenerla de alguna manera. No es fácil crecer sin el modelo, pero a veces los que estamos «solos» (y no es por dar lástima, simplemente es la realidad) nos aferramos a las personas y, sin darnos cuenta, exageramos un poco. Cruzamos hacia el umbral donde las actitudes negativas del otro nos pueden afectar de manera muy grosera.

Esta persona en que yo confié ciegamente me demostró en estos últimos meses, que el lugar de «mejor amigo» le queda enorme. ¿Y qué pasa? ¿Por qué me dolió tanto esa demostración?
Porque ahora siento ese vacío de no tener esa presencia.
Es extraño. Tal vez puedo llegar a decirles que es la primera vez que me pasa. No recuerdo un momento de mi vida en donde no tuviera ese compinche.

Creo que ya va siendo hora de que aprenda a vivir con ese vacío. Aunque también me doy cuenta que la persona que tengo al lado y elegí para compartir toda mi vida, me viene demostrando hace mucho tiempo que ese vacío no tiene por qué estar, ya que él está acá. Conmigo.

jueves, 30 de junio de 2016

Inentendible

Casi siempre estoy haciendo algo. O tengo algo pendiente que hacer y no lo hago, pero SÉ que está ahí. Esperando. Paciente.
Hace más o menos una hora terminé el último plano que le debía a alguien. Se lo mandé por mail a la clienta, le dije cuánto era, bla bla. Listo. No tengo más planos por el día de hoy.
¿Para la facultad? Entregué uno de los prácticos obligatorios el lunes. El otro no puedo hacerlo porque la profesora no corrige nada ni responde dudas, y no sé cómo se hace.
Las 3 de la tarde. Todo en silencio.
¿Y ahora qué hago?

Cuando me ataca un tiempo libre así repentino, me agarra tan de sorpresa que no sé para qué lado encarar. ¿Me siento a leer? ¿Termino de limpiar mi casa así me lo saco de encima? ¿Aprovecho para mirar una serie? ¿Me voy a dormir la siesta como una campeona?

Me bloqueo. Me quedo en blanco. No sé qué hacer. Obvio, cuando estoy ocupada me quejo de estar cansada. ¿Y cuando soy libre? Me descoloca. La libertad me tomó por sorpresa.

Tras quedarme en blanco por más de media hora haciendo la nada misma, me parece que arrancaré por la limpieza.

Esto del tiempo libre, evidentemente, no es para mí.

jueves, 23 de junio de 2016

Pasadita express por Bariloche


¡Hola a todos! Acá Vendetta, el perro copado, para contarles que estuve de paseo por la ciudad de Bariloche. Sí, ya sé, ya fui un montón de veces, ¡pero qué demonios! ¡Me encanta el sur!

En esta ocasión aprovechamos que la Zoqueta tiene una amiga de la facultad que vive allá (boluda le dicen), y nos mandamos unos 5 días a descansar un poco de la locura de la ciudad. Esta pobre piba se me estaba por morir de un pico de estrés, así que vino bien el corte y reencontrarse con el olorcito a bosque. También viajamos con otra amiga suya que vive en la provincia de Santa Fé, así que me la pasé rodeado de minas. Un capo. Ganador.


Esta es una vista desde la casa de Andrea. Pobre piba, la verdad, estar todo el día en tu living y ver ESO por la ventana. Qué desgracia.

Para aprovechar bien nuestra corta estadía decidimos hacer una cosa por día, como para no quedarnos mirando Netflix y tomando mate en su casa. Así que al segundo día de llegar nos clavamos flor de caminata a Colonia Suiza. Por culpa de unas malas decisiones, nos terminamos perdiendo y caminamos como 15 km todo culpa de Andrea, no sé bien por qué, pero igual estuvo buenísimo.


Acá posando con el cartelito de la Colonia. A la vuelta volví un toque mareado porque la mochila se sacudía mucho, me parece que la Zoqueta se zarpó con el chupi.

Visita obligada al otro día: el Cerro Campanario. Tiene una de las mejores vistas de Bariloche, así que es imperdible. Lo loco es que no había nada de viento, cosa rara, jamás me había pasado. Este día decidieron bajar la montaña a pata y por culpa de eso, la Zoqueta estuvo como 5 días con las piernas a la miseria. Menos mal que soy tamaño bolsillo y pude bajar adentro de la mochila. ¡Ni en pedo bajaba eso a pata! ¡Estas pibas están locas!


Mirame esta vista, Roberto.

Lo siguiente fue reencontrarnos con el Parque Municipal Llao Llao. Un bosque gigante, donde volvimos a cargar nuestros pulmones de esos olores increíbles. Lástima que no pudimos robarnos ni una manzana de todos los manzanos que encontramos en nuestro camino, pero tampoco daba para treparse a la reja del Llao Llao. La gente rica se pone violenta.


Bien boluda, sacando foto con el dedo. Igual no importa, yo salí re besho.



Acá posando en el Lago Moreno. Sí, ya sé, soy hermoso.

El sábado el novio de Andrea se re copó y nos llevó de paseo con el auto. Lo bueno es que paramos en muchos lugares lindos a mirar (y a chorear rosa mosqueta). Fuimos a El Bolsón, Lago Puelo y otros puntos del camino. Tuvimos suerte con el clima, así que la pasamos muy bien. 


Acá dice algo de huemules, yo no vi ninguno, me cagaron. Quería clavarme un sanguche de huemul recién cortadito.


Oh, la vida, la felicidad, poesía, palabras tristes, melancolía. 


A ver, ¿qué onda esta cerveza?


Bien: media pinta para mí es demasiado.

Fueron unos días mucho muy geniales, con grata compañía, muchas charlas y demasiadas risas. Las amigas de la Zoqueta son re copadas. Mención especial para Andrea, que nos armó la pieza y nos invitó a la comidad de su hogar. ¡Lástima que tenía que volver a trabajar esta! Yo me hubiera quedado. Igual viajes no me van a faltar. Con lo hormiguita viajera que es ésta, en cualquier momento me estoy metiendo adentro de la valija otra vez.

¡Saludos y hasta la próxima vacación-aventura!

sábado, 11 de junio de 2016

Literario

Me está pasando algo extraño este año con los libros.
Por lo general disfruto mucho las lecturas de fantasía, uno de mis géneros favoritos. Pero este año no puedo tocar UN libro de fantasía pura. Me cuesta mucho, me aburren, no los puedo seguir. Siento que necesito historias más reales, más «de cerca», por llamarlo de alguna manera.
Empecé a leer un libro muy bueno que se llama Orcs, y no puedo seguirlo. La historia es buena, de verdad, pero no sé qué me pasa.
La cuestión es que vi este libro y me encantó, y lo leí en pocos días. Tardé un poco en escribir esta reseña porque estoy en uno de esos períodos de vagancia (mitad de año queridos, mitad de año).

Si le ven la tapa parecido a otro libro (que, de hecho, leí hace poco) es porque es el mismo escritor de El niño con el pijama de rayas. Supongo yo que mantiene un poco el estilo físico porque las historias surgen en momentos parecidos, aunque esta no es una historia de amistad tan fuerte como la otra.
En esta ocasión, el libro trata sobre la vida de Pierrot, un niño que tiene padre alemán y madre francesa, viviendo en París unos años antes de las ya tan conocidas guerras mundiales. Allí donde está todo lo que él conoce, sus padres y su gran amigo Anshel, un niño judío (aunque él todavía no maneja bien ese concepto cuando es pequeño).
La historia lo llevará a vivir en otra ciudad cuando no le queda otro remedio, en una gran casa de montaña donde, de vez en cuando, va a vacacionar Hitler.

Esta nueva vida lo lleva al pequeño y dulce niño a caer bajo la tentación de un Führer más que convincente. Lo lleva a crecer y transformar su personalidad, a dejar lo que era y aspirar a nuevas cosas. Pero si hay algo que Pierrot -luego llamado Pieter, por ser un nombre más alemán- desconoce, es que la historia no termina bien para este que el cree es su héroe supremo. Y donde caiga él, caerán los demás.

Un muy buen libro, nuevamente con un mensaje interesante, quizá no tan duro como el anterior (al menos a mí el otro libro me golpeó más). Buena lectura, sencillo, llevadero. Te atrapa desde el principio.

martes, 31 de mayo de 2016

Parate

En unas horas, Vendetta y yo partimos con mochila y valija a visitar a unas amiguitas del interior.
Acá el peludo dice que va a volver con fotos requete buenísimas y con, por supuesto, maravillosas anécdotas para compartir con todos ustedes. Ya se metió en la mochila como para que no me lo olvide, cosa que a veces suele suceder. Bueno, qué puedo decirles, soy una zoqueta desmemoriada.

Recibo el mini descanso de cinco días con los brazos abiertos. Lo necesito tanto como el aire que respiro. El 2016 se vino pesado en materia laboral y académica, no me dio respiro desde principios de año, con varios fines de semana encerrada en casa adelantando cosas. Cuando pienso que mañana me alejo de todo el quilombo por unos días, casi que lloraría de alegría.

¡A la vuelta las fotos e historias de Vendetta!

Por lo pronto, hasta la próxima semana :)

viernes, 27 de mayo de 2016

Deuda

Creo que en otras ocasiones he escrito acá sobre mi constante pelea contra el sobrepeso. Un atributo que llevo conmigo desde mi más tierna infancia.

Cuando iba a la escuela secundaria, en la clase de gimnasia para aprobar el cuatrimestre tenías que cumplir dos cosas: una, era hacer 100 abdominales por lo menos (eso sería el 10, pero mínimo 60 abdominales para aprobar). Otra, era correr unas 4 vueltas a la cancha de la escuela.
De más está decir que yo no podía hacer ninguna de las dos cosas. A la hora de loas abdominales, alguna compañera me "hacía la gamba" y mentía conmigo que hacía 60 abdominales. Jamás llegué a hacerlas. A la hora de correr alrededor de la cancha, cada vez que la profesora miraba para otro lado, yo aprovechaba para caminar y descansar. No me daban los pulmones ni las piernas para hacer esas vueltas.
Nunca me voy a olvidar de eso.
Además, le sumamos el hecho de que a los 14 años empecé a fumar. Llené mis pulmones de químicos pestilentes por más de 10 años.

Entonces: persona muy mal alimentada, con obesidad tipo 1 (al momento de cambiar su vida para siempre), con un nivel de sedentarismo peligroso (me dolían las piernas) y que encima fuma. Esta persona, en el año 2008 decide hacer un cambio en su vida: cambiar la dieta y empezar a hacer ejercicio.

No fue sencillo. Me costó muchísimo. Y si bien hoy todavía tengo un poco de sobrepeso, la energía y la resistencia no me la quita nadie. Me llena de orgullo.

Entonces ahora, comparto esta foto:


Una de las corridas de esta semana en el gimnasio. 3,5 km sin pestañar ni parar una sola vez.

Para algunos tal vez sea poco, o algo normal. Pero para mí es mucho. Para mí, la que no podía completar ni dos vueltas de la cancha a los 16 años, la que no podía correr el colectivo, la que la primera vez que quiso subir el Cerro Otto (Bariloche) allá por el 2003 tuvo que terminar haciendo dedo a los 10 minutos porque se desmayaba, la que no podía correr cuando empezó a ejercitarse porque el hipotiroidismo le daba taquicardia, a la que le dolían las piernas por estar horas sentada en la pc haciendo nada más que jugar online. Se lo debo a ESA nena, adolescente y casi mujer. Y de verdad, siento un orgullo enorme.

Voy a seguir entrenando para llegar cada vez más lejos.

miércoles, 25 de mayo de 2016

Recetario veggie!

Si hay algo en esta vida que me gusta más que mucho, es la pizza. Y a veces me gusta experimentar y cambiar las bases, como para no comer siempre harinas blancas.
Hace poquito compré un libro del cocinero Pablito Martin, y entre varias recetas estaba ésta, que preparé con algunos cambios a gusto. Comparto para el que:
a) Le gusta la polenta.
b) Le gustan las cosas que son con forma de pizza pero no terminan de serlo.
c) Quiera comer algo rico y sano, rápido de preparar.

Pizza de polenta

Ingredientes:
Polenta C/N
Caldo de verduras (yo uso los sobrecitos de caldiet, que no tienen grasas ni nada)
Sal
Salsa de tomates
Verduras para poner arriba:
Morrón
Zapallito verde
Cebolla
Aceitunas

Preparación:
Primero vamos a preparar la polenta, en agua hirviendo con caldito (queda más sabrosa) y un poco de sal. Hay que prepararla de manera que no quede espesa sino más bien tirando a durita. Que no tenga grumos pero que sea difícil revolverla, cosa que cuando se enfríe quede bien dura y no se rompa. Yo usé la que se hace en un minuto y quedó genial.
Por otro lado vamos preparando las verduras.
El morrón lo asé al horno hasta que se empezó a oscurecer la piel (unos 20 minutos). Luego se pela y queda listo para cortar en tiritas y usar. Saltee la cebolla con el zapallito cortado en tiras.
Armado: Se coloca en una base de tarta aceitada (yo lo hice con oliva) la polenta, que quede bien parejita. Arriba se pone la salsa de tomates que gusten, y luego se acomodan las verduras y las aceitunas. Se lleva al horno unos 15 minutos para que dore la base y voilà. Un almuerzo rápido, rico y sano.


¡Provechito!

jueves, 19 de mayo de 2016

La negra

Pienso que para mis padres siempre fui un bicho raro. Especialmente para mi vieja. Desde chica me caractericé por ir, digamos, «en contra» a lo establecido en mi casa. Y si vamos al caso, creo que podría decirse que en contra a lo establecido en la «sociedad normal». O al menos hace un tiempo pensaba así.

Mi primer rebeldía sucedió cuando era muy joven. Tenía 12 años. Me habían cambiado de escuela a una de doble turno para los últimos tres años de primaria, dejándome con unos problemas de autoestima que aún al día de hoy, con 20 años más, no terminé de superar. Cuando llegué a los 12, inconscientemente creo yo porque aún no pensaba tanto las cosas, decidí que NO iba a ir al secundario que mi viejo ya había elegido por mí (El Nacional Buenos Aires) y logré que me dejaran anotarme en la escuela técnica a la que quería ir. La segunda fue a los 14 años con el cigarrillo, cosa que se enteró sólo mi mamá pero cuando ya hacía unos cuantos años que fumaba. A los 17 me hice mi primer piercing, en la nariz. A los 21 mi primer tatuaje (ya tengo 10).

Así fueron sucediendo, cosas que para mi familia eran «anormales». Mi viejo es de la vieja escuela, mi hermano un soldadito (bien cerrado en sus ideales e ideas de vida). Y mi mamá, nada. No sé ni cómo describirla.

Y acá estoy yo, con 32 años, aun haciendo pequeños actos «de rebeldía». Rebelándome contra el mundo, contra la vida misma. La más reciente fue mi veganismo, que apareció en enero de este año.

Pero lo que fui notando con el tiempo, es que a medida que crecía, mi vieja dejaba de reaccionar mal a mis locuras. Empezaba a interesarse, de alguna manera. Los tatuajes los odiaba, aun cuando sabe que me estoy por hacer alguno tira la bronca, pero luego me pregunta de qué se tratan. Y va por la vida contándole a algunas personas de su confianza sobre «la loca de su hija que tiene todo el brazo tatuado». En lugar de seguir atacando, se ablandó, y hasta muestra interés. Algo que no deja de sorprenderme.

El próximo domingo festejamos en casa el cumpleaños N° 86 de mi tía, la hermana mayor de mi papá. Como buenos argentos que son todos van a hacer asado, y yo estaba pensando qué llevarme para comer. Hoy me llamó hace un rato y me dijo «me enseñaron a hacer knishes de papa y de espinaca, los podés comer porque no tienen nada, así que les voy a cocinar para el domingo».

Por ahí es una tontería, pero son pequeños gestos de amor que recibo con sorpresa, porque no estoy acostumbrada. Yo, la oveja negra de la familia, la que siempre se sintió fuera de lugar. Miren con qué poco me conformo. Sólo necesitaba un poco de apoyo y de afecto.

--
P/D: Acabo de recordar uno de mis últimos actos de locura que casi atentan contra la sanidad mental de mi familia. A los 23 años conocí y me enamoré de un metalero de tupida barba y pelo largo hasta el culo. Mi vieja casi se muere infartada. Guess what? Me casé con él hace medio año :)

miércoles, 18 de mayo de 2016

Estrés

Hace casi un mes que no escribo en el blog. No, no me morí todavía (?). De ese mes, dos semanas fueron de trabajo intenso. No es cosa sencilla llevar al día dos trabajos completamente diferentes entre sí, y sumarles una carrera. Ah, sí, la facultad este año viene heavy metal. No por lo complicada en general, pero las materias dejan mucho que desear y me cuesta estar al día.

Casi no tuve tiempo de leer, con eso les digo todo. Había empezado un libro sobre orcos, pero pienso que todavía no estoy preparada para volver a la carga con la fantasía. Me aburre rápido. El fin de semana me compré un libro del mismo escritor de El niño con el pijama de rayas, y me atrapó ya en las primeras páginas.

Está llegando junio, recién mitad de año, y ya se me quemó el cerebro casi por completo. Por suerte a fin de mes me llegan unos días de descanso en el sur del país, con dos amigas de la facultad. Obvio que Vendetta se va conmigo, no puedo negarle el placer de volver de vez en cuando a su lugar natal.

¡Prometo volver más seguido! Por el momento volví a mi trabajo regular de siempre nomás, y aunque sea ya tengo tiempo de leer un poco y aflojarle al coquito. Aunque siempre me hice un ratito para leer a los amigos que tengo por aquí.

miércoles, 20 de abril de 2016

Literario

Bueno, terminé la trilogía de los O'Dwyer. Esperé a tener los dos que me faltaban terminados para opinar, por dos razones:
1) El segundo tomo me emboló un poco, y necesitaba seguir de largo la historia para ver si mejoraba; y 2) Me daba fiaca comentar sobre el dos nada más. Vamos allá.



¿Qué pasó, Nora Roberts? Antes eras chévere...

Bueno, tampoco vamos a exagerar. El primer libro me había gustado bastante, especialmente la ambientación. Irlanda. Una familia de magos que se reúne. Cada uno de los tres con un animal que lo representa y con el que tienen su unión especial: caballo, perro, halcón. Un hechicero malvado que tiene más años que la escarapela, y sigue buscando vengarse de LA bruja que lo maldijo hace siglos (que es quien le regala su poder a sus tres hijos, un poder que será heredado a través de las distintas generaciones que los siguen). Encima la que tiene al caballo de protección, puede hablar con los caballos. Me vuelvo loca. BUENO, cuestión que el segundo libro, Hechizo en la niebla, tiene un tinte romántico que a en particular me aburrió enormemente. No tengo nada contra el amor, pero me pareció ya un poco pesado y no veía la hora de terminarlo. La historia seguía bien, ellos seguían entrenando y preparándose para enfrentarse a Cabhan, pero todo el romance me saturó. Todo bien, capaz que a una persona más joven le parece re lindo y dulce, yo que ya tengo treintaytantos como que no me lo banco tanto. Ya fui adolescente una vez y fue más que suficiente. Tampoco es un amor molestísimo tipo Crepúsculo, pero ahí está.

Por suerte el tercer tomo levanta de nuevo la historia. Sigue el amor pero ya no es tan goma como en el segundo. Los tres cada vez ganan más fuerza, se preparan, hacen sus magias. Lo interesante también es que los tres «de este tiempo» empiezan a contactarse con los tres «del tiempo anterior», con lo cual se dan situaciones tipo que una del siglo pasado entra en la cocina de la de ahora y se sorprende de lo que ve. Tiene cosas muy copadas, pero claramente toda la movida de preparación para enfrentarse al hechicero es de lo más interesante. Ese enfrentamiento está también muy bueno. Otra cosa que me gusta como resolvieron fue la situación del que en este tiempo es, digamos, «heredero» del hechicero. Lleva una marca en su cuerpo y su magia en las venas, aunque ya desde el primer libro nos explican que no lleva su maldad (o no la tiene detonada). La resolución de este personaje en particular me gustó, se dio muy bien.

Así que, en líneas generales, es una buena historia. Entretenida, fácil de leer, con mucha magia. Eso sí, el romance está a la orden del día y puede pasarles como a mí, que me cansó un poquito. Pero todo se supera porque IRLANDA y cosas así, de las que me gustan mucho.

¡Recomendable!

martes, 5 de abril de 2016

La vida del veg

Y siguen las cocinadas, siguen los experimentos en la cocina. Amo encontrar sabores nuevos y mezclas que quedan increíbles, como la ralladura de limón en los rellenos de empanadas o en los salteados de verduras. Todavía me falta seguir incursionando un poco más en la parte dulce del veganismo, pero de la parte salada no puedo quejarme. Ya mastereo (?) algunos quesos, especialmente una muzza que se hace a base de leche de avena y queda muy sabrosa, y genial para pizzas o milanesas tipo napolitana.


En las fotos:
(Fila de arriba, de izquierda a derecha) Hamburguesas de remolacha con garbanzos, salteado de vegetales con soja texturizada tipo albóndigas, hamburguesas de quínoa con garbanzos, pastel de papa, churrasquitos de soja salteados con calabaza al horno.
(Fila de abajo, de izquierda a derecha) Tostaditas de pan árabe, fajitas de masa casera rellenas de verduras y aderezo de semillas de girasol, pizza con muzza de avena, hamburguesas de lentejas con tomates secos y aceitunas, churrasquitos de soja a la cerveza con zanahorias al horno.

Comemos bien variado y ando como loca buscando recetas nuevas. De hecho ya ahora me toca hacer unos medallones de verduras (que tienen papa, brócoli y arvejas entre otras cosas) que quedan increíbles, y ando pensando en qué otras cosas locas puedo armar para estos días.

¡No vivo de ensalada!

miércoles, 30 de marzo de 2016

Ojos que no ven

Mi papá no es una persona afectuosa. No lo es ahora a sus (casi) 84 años, ni nunca lo fue.
Tengo pocos recuerdos de momentos felices con él. La mayoría fueron momentos de mierda. Insultos, gritos, faltas de respeto. De esos sí que tengo varios.

Toda mi adolescencia la pasé con el firme objetivo de irme de esa casa un día. Estudié como una bestia para pasar menos tiempo libre dentro de mi casa. Salía mucho los fines de semana. Cuando empezaron a soltarme, me quedaba a dormir mucho en casas de amigos. Ahorré siempre lo más que pude para poder disfrutar al menos 10 días al año de descanso, en días de verano. Atormenté a mis amigos a lo largo de todos esos años contándoles lo mal que la pasaba, pero lo pasaba mal de verdad.

Mientras yo crecía, mi necesidad de la familia perfecta se iba apagando. Porque claro, no solamente los detestaba, sino que al mismo tiempo ansiaba que llegara el día en que alguno me dijera algo bueno. Una ironía andante. Esperaba algo positivo. Al mismo tiempo, la salud de mi viejo iba en caída, y su vejez se fue aproximando de a poco.

Hoy me tocó vivir una situación bastante triste con él. Estaba armando un trabajo para que yo lo pase en limpio en el sistema virtual, y no podía leer su propio borrador. Tuve que quedarme al lado de él dictándole lo que él había escrito esa misma mañana, porque no lo leía. De a poco va perdiendo la vista, y hay días que no puede ni leer las letras grandes de los titulares del diario. Ni hablar de leer los subtítulos de una película, a pesar de haberse comprado hace poco una televisión de 50 pulgadas con ese fin.

Entonces todas estas cosas feas que pasé toda mi vida pasan a segundo plano, y llega la lástima. Pero no esa lástima pedorra que se le tiene a los viejos, que no sirve para nada: lástima de ver al ser que te dio la vida achicharrarse de esa manera y verlo como baja los brazos. Porque mi viejo no es de esos que le ponen garra a la vejez y uno admira, al contrario. Le abrió la puerta a la vejez y se fue a sentar en su silloncito, a oscuras, con la sola compañía de unos tangos en la radio.

Su mundo se tiñe de gris y yo no tengo las herramientas para ayudarlo a combatir eso.

domingo, 27 de marzo de 2016

Faith lost

Qué jodida es la mente del ser humano. Uno pensaría que ciertas cosas con el correr del tiempo mejorarían, pero todavía existen personas que parecen no evolucionar.

Estoy mirando una serie (Call the Midwife) que trata sobre la vida de unas parteras en los años 50-60, en East End, Londres. Tratan varios temas además de los partos de esas mujeres, y hoy me tocó ver uno donde condenaban a un homosexual por considerar que había participado en un acto obsceno e inmoral. En aquel entonces (ahí, porque calculo yo que en algún lugar del mundo aun hoy se hace), podría llevar al desdichado a pasar tiempo en la cárcel.

Hoy en día, año 2016, en el país donde me toca vivir esto no es condenable. De hecho existe la unión civil, así que personas del mismo sexo pueden contraer matrimonio. Pero aun así, todavía sigo viendo cosas como ser la típica joda entre hombres de tratar de maricón al otro, y reírse como si fuera la gracia del siglo. La típica de olvidarse el facebook abierto en algún lado y que tus compañeros de trabajo (o amigos, lo que sea) pongan algo como «salgo del clóset, soy gay» y todos se caguen de risa como si fuera una joda. Algo digno de burla. No estoy hablando de la generación de mi viejo (nacido en 1932), que si bien no lo justifico podría llegar a comprender que viene de una época donde el macho argentino era el que más minas se movía (y uno tenía que ser bien macho). No. Hablo de MI generación, gente de mi edad, gente cerrada con cerebro de mosquito que tiene entre 20 y 30 años.

A mí no me causa gracia. Ni me parece aberrante o algo de lo que burlarme. Conozco muchas personas homosexuales (hombres y mujeres), excelentes personas como cualquiera. Y conozco muchos (MUCHOS) heterosexuales que son mierdas de persona.

El capítulo de la serie me dio mucha bronca porque al tipo lo condenaban con asco, como si fuera un engendro de la naturaleza. Como si fuera una enfermedad. Pero más bronca me da pensar que hoy en día todavía en algunos lugares seguimos pensando lo mismo. Todavía incluso en este suelo hay gente que piensa de esa manera.

Uno vislumbra ciertas cosas de la vida y tiene esperanza, piensa que la gente puede cambiar. Que podemos mejorar como personas, utilizar las capacidades que quien sea que nos haya inventado para algo útil. Pero si todavía se ven estas cosas, incluso en una generación tan joven, ¿qué se puede esperar?

No, no es que yo espere algo bueno de la gente. Tengo bien claro y defenderé la idea de que somos una raza inmunda que contamina lo que toca hasta el día que me muera. Pero imagino el sufrimiento ajeno y me molesta. Me provoca odio. Porque es un sufrimiento que las mismas personas generan. Esas mismas personas que podrían evitarlo.

martes, 15 de marzo de 2016

Literario

La primera vez que vi el nombre de este libro en una librería me llamó muchísimo la atención. Por algún motivo que desconozco, en ese momento no me lo compré, pero la parte de atrás del mismo me había encantado. El editor no dejó una descripción del libro ni nada, simplemente dice que «no sólo el libro que tenemos en nuestras manos es difícil de describir», sino que además estropearía la experiencia. No podría estar más de acuerdo. Por suerte, un tiempo después me lo regalaron.

Yo tampoco quiero arruinar la experiencia que supone el leer esto sin saber de qué se trata. Pero si tengo que ser sincera, un buen día no pude esperar a tenerlo y decidí ver la película. Qué manera de llorar, por Odín.
Solamente voy a decir un par de cosas, que espero ayuden más que nada a querer leerlo, en caso de que aun no lo hayan hecho. Esta es una historia de amistad. Una amistad rara, inocente, que no pide explicaciones ni definiciones: una amistad entre pequeñas personas. ¿Se acuerdan lo fácil que era hacer un amigo cuando éramos muy chicos? Antes de la revolución y la confusión de las hormonas. Yo no suelo tener buena memoria (muy mala, de hecho), pero siempre recuerdo lo fácil que fue para mí comenzar una de mis amistades que aun perduran al día de hoy. Una amiga de mi infancia, con quien nos conocemos hace más o menos unos veintiséis años. Yo tenía seis. Era una época realmente bonita para hacerse un amigo.
En este libro pasa algo parecido. Es sencillo, es natural. Claro que hay todo un ambiente, un paisaje, una historia detrás de esta amistad que «contamina». Pero la gracia de este libro, lo que más me gustó, es que justamente está contando como si fuera a través de los ojos de un pequeño niño. Las cosas que no entiende, las cosas que tiene que decir porque le dicen que las diga, las que tiene que hacer, lo que vive, lo que siente, sus caprichos, sus miedos. Uno va viviendo la historia junto con él, como si lo entendiera, como si uno mismo tuviera esa edad (nueve años) otra vez.

No quiero contar más, por las dudas que alguien no sepa lo que puede tener en sus manos. Pero es una historia muy linda, aunque «linda» sea un adjetivo complicado para la época donde está ambientada. Hay que darle una oportunidad a algo tan real como lo es este libro.

jueves, 10 de marzo de 2016

Las bondades del ph

Mi vecina de adelante es la encarnación del mal en cuerpo chico.
No sé cuántos años tiene la pendeja de mierda chiquita encantadora, yo supongo que tres o menos. Pensaba que era más grande pero acá en Buenos Aires ya arrancaron las clases y el monstruito sigue en su casa, así que evidentemente no llega a la edad del preescolar. Lástima. Ansiaba que llegase ese día y monstruito se fuera.
Preparar los finales esperando silencio fue una tarea casi imposible, porque monstruito se la pasó gritando. Lo mismo esos días que quiero trabajar sin música. Vivo lejos de avenidas y es una calle tranquila, si todos se quedan quietecitos se escucha hasta el cantar de los pájaros. Una de las cosas que más me gustan de trabajar desde mi casa es que puedo darme el lujo de disfrutar esos placeres de la vida.
(Mientras escribí eso monstruito empezó a gritar)
Monstruito no se comunica con su madre (jamás la escuché decir «papá», pero sé que hay uno) hablando normalmente, se comunica a los gritos. Siempre está enojada, siempre con caprichos, siempre exige. Y si la madre le contesta, se pone peor.
(Sigue gritando)
Un día la madre se fue a trabajar y ella se quedó gritando y pateando la puerta de su casa, 1 hora por reloj. Puse música fuerte para taparla y, entre tema y tema, se la escuchaba gritar. Incluso Gala tuvo miedo de entrar a casa tras su paseo matutino porque no entendía qué era ese griterío.
A la noche, grita. A la mañana temprano, grita. También llora: a los gritos, por supuesto. Creo que tiene una niñera que a veces la caga a pedos (yo la mataría), pero no sirve de nada.
Este engendro reaviva mi NO instinto maternal a niveles insospechados.

Una de las cosas más horribles que la vida moderna y los avances constructivos nos ha dado: VECINOS.

lunes, 7 de marzo de 2016

Literario

Cumplí con algo que me enorgullece: terminé de leer un libro que tiene un payaso en su tapa. Y encima no es cualquier payaso: es un payaso DIABÓLICO.
De Stephen King no leí mucho, este es el tercero que agarro. Diría el cuarto, pero Apocalipsis nunca lo pude terminar (shame on me). Pero de los que leí, hasta ahora, es el que más me gustó.

Debo confesar que la película basada en este libro la vi por primera vez hace dos años. Los payasos y yo no nos llevamos bien (traumas de la niñez que hoy, al menos, no vienen al caso); así que me tomé mi tiempo para darle la chance. Claro que a mi edad me pareció una pavada, si encima le sumo que ya es una película bastante vieja (1990). Hace poco tiempo le regalé este libro a mi marido y le prometí que algún día lo iba a leer, especialmente porque el muchacho quedó loco de contento.
Este muchacho Esteban Rey (!) nos introduce en una ciudad llamada Derry, donde pasan cosas extrañas. Niños desaparecen y cuando los encuentran (si es que los encuentran alguna vez), aparecen flagelados, desmembrados, con rostros horrorizados. ¿Qué es lo que pasa en Derry? Muchas cosas. Y Esteban no pierde el tiempo en contarte casi TODO. A veces se sale de tema y te cuenta cosas de otros personajes que casi no tienen nada que ver con la historia central, o se pone a contar chusmeríos de Derry cual vieja cualquiera de barrio. Puede llevar a tornarse un pelín pesado, después de todo son 1500 páginas y creo que uno tiene derecho a quejarse cuando este muchacho se va de tema. Pero en líneas generales no tengo absolutamente nada que reprocharle. Sólo que te hace esa maldad de tirarte datas entremezcladas y hasta que no terminaste lo último no terminás de enterarte REALMENTE de qué se trata todo. Pero esa es una de esas maldades que a un escritor le admiro mucho.

Y ahora me fui por las ramas yo. Decía, Derry. Un grupito de amigos que se van conociendo de a poquito (la introducción de cada uno en la vida del grupo es maravillosa), que se pelean con los malotes de la escuela, que encuentran apoyo entre sí, con unas historias familiares tremendas. Una hermosa historia de amistad, con el condimento de que todos saben que algo anda mal en Derry. Y todos empiezan a sospechar QUÉ es eso (guiño) que anda mal. Y estos niños, tan jóvenes (ni siquiera de secundario) juntarán el coraje suficiente para enfrentarse a este mal que asecha la zona.

Algo que me gusta mucho de esta historia en particular: Eso se presenta con distintas formas (generalmente el payaso horrendo ese), pero luego va a tener SU forma. Explicación hay. Van a saber quién es, de dónde viene y por qué hace lo que hace. Y la explicación es genial. Aviso porque a veces pasa que uno se fuma todo este libraco y no se aclaran la cosas, pero no es el caso, gracias a Odín. Acá todo se explica, todo se entiende y todo cierra. Resumiendo: un éxito.

¿Me asusté? Sí. Con una de las muertes en particular sufrí un poco, no es que tuve pesadillas pero no pude dormir. Estuve dando vueltas en la cama varias horas, masticando la descripción, imaginándola. 
¿Sigo teniéndole miedo a los payasos? Obvio, pero no MÁS que antes. Porque el payaso es una forma.

Si les gustan las cosas de terror, no dejen de leerlo. Es uno de esos clásicos que valen la pena. Es largo, sí, pero realmente lo vale. Por ahí no lo van a revolear o poner en el freezer por el miedo que les va a dar, pero van a tener un par de escalofríos asegurados.

Señor Rey, debo leer más cosas suyas.

domingo, 6 de marzo de 2016

La vida del veg

El 9 de enero compartía esta nota, donde decía que quería hacerme vegana pero que aún no lo empezaba. A los dos días lo hice.

Viviendo un país donde consumir carne es, supuestamente, «la gracia de ser argentino», y donde la gente que no le gusta tu forma de comer te va a atacar con los argumentos más molestos del planeta; puede resultar de buenas a primeras una cosa difícil esto de dejar de comer animales. En los supermercados argentinos casi no se consiguen alimentos veganos. No se venden leches como en otros lugares, no hay opciones de quesos, no hay yoghurt ni postrecitos, sólo unas pocas cosas pero que se ocultan entre los productos diarios de siempre: hay que saber buscarlas. Hago estas aclaraciones porque sé que en los países vecinos es más fácil encontrar opciones.
¿Dónde consigue el argentino las cosas de este estilo? En algunas dietéticas (no todas), pero más que nada de la mano de emprendimientos que se dedican a cocinar y vender. La otra opción: aprender y cocinarse uno mismo las cosas. La materia prima se consigue casi toda, salvo algún que otro ingrediente que veo en recetas (como ser sirope de maple) que no son realmente necesarios. Pero el tema es ese, darse maña en la cocina.

Como a mí me gusta cocinar, estoy en etapa de aprendizaje. Ya aprendí a hacer una leche de almendras que la rompe, es exquisita. Para las pizzas por ahora uso queso de papa o queso de tofu, ambos muy sencillos de hacer, que tienen una textura parecida a un queso muzzarella derretido y un rico sabor (especialmente si se los prepara con levadura nutricional sabor queso). Y voy mirando recetas cada día, metiendo cosas nuevas, aprendiendo, instruyéndome. Además de disfrutarlo porque me gusta lo que estoy haciendo, lo disfruto porque me divierte.


Ahí algunos ejemplos de lo que estuve preparando estos últimos meses: cuadrados de polenta, sandwichs con seitán y verduras, medallones de vegetales, arroces salteados, tarta con verduras y tofu, apple pie, veganesa de ajo (una mayonesa exquisita, y lo mejor de todo es que no me da alergia como la otra), tofu marinado y salteado, muffins de arándanos, pizza con queso de tofu y empanadas de carne de soja. Ahí entremedio una foto de mi alacena, ahora llena de ingredientes y más ordenadita (no les voy a mentir, esa foto es de ayer, antes era un quilombo).

A los no veganos: no se preocupen que no me caracterizo por ser profeta ni es de mi interés escribirles acá sobre lo malo de la carne o lo bueno del veganismo. Simplemente porque a mí no me interesa. Yo hago lo que hago porque me hace bien y me hace feliz, al que le interesa y quiere saber con gusto le cuento lo que sé e investigué; pero no es mi idea «joder» a nadie. Compartiré recetas y anécdotas, y cosas copadas que encuentre para el que le interese.

Ahora, si me disculpan, voy a comerme mi sambuche de seitán con unas ricas verduras.

¡Provechito!

jueves, 3 de marzo de 2016

Liberté

Como persona que siempre deseó vivir fuera de la casa de sus padres, muchas cosas pasaban por mi cabeza cuando imaginaba lo que sería tener mis espacios propios. Allá mi refugio era mi habitación, decorada totalmente en desequilibrio respecto de la casa en general. Así como me sentía yo: fuera de lugar. La casa de mis padres si bien no sigue UN estilo arquitectónico o decorativo, tiene un encanto particular, una cosa que sigue una línea... los ladrillos a la vista en varios ambientes internos, los muebles de madera preferentemente de algarrobo, los platos en las paredes y las máscaras en el living.
Mi pieza no tenía nada que ver. Tenía fotos de mis amigos, hojas secas de árboles pegadas en las paredes, estrellas en el techo de esas que brillan en la oscuridad. Un montón de adornos colgantes que colgaban del techo, duendes, hadas. Era yo.
Mudarme fue todo un acontecimiento. Si bien no vivo sola, porque desde que me fui de la casa de mis padres vivo en pareja, tuve el placer de toparme por primera vez en mi vida con el "armar la casa como les guste". Mi marido y yo tenemos gustos parecidos (aunque yo soy más enferma de algunas cosas que él no, pero no le molestan), así que fue sencillo.
A pesar de que no es mío porque alquilo, me encanta mi casa. Me gusta mi hogar.
Me gusta la biblioteca repleta de libros y pequeños adornos entremezclados. Me gustan los duendes que fui juntando, los dragones, los muñecos, los caballeros. Me gusta la cama (es la cama más cómoda del mundo), el sillón, la tele, el modular. La cocina con su mezcla de rojo y negro, dos de mis colores favoritos. El patio donde da el sol varias horas al día y donde habitan algunas plantitas. La paz que reina cada vez que entro, la calma, el lugar propio que ya no es solamente una habitación. Es una habitación, un living comedor grande, un baño, un patio. Tiene olor a libertad.


La biblioteca es de las cosas que más me gustan


Uno de los caballeros :)
 

La negra atrevida, robándome la cama una mañana

viernes, 26 de febrero de 2016

Cansadeited

Por fin se terminaron los exámenes finales de segundo año. 5 en dos semanas, algunos pesaditos. Por suerte ya tengo las notas, todos aprobados. Lo único que me jode es que hay uno que me arruinó el hermoso promedio, pero qué se le va a hacer (escapa de mí, es que hay un profesor al que tal vez no le caigo muy bien). Detalles. Pero lo bueno: Ya empiezo tercero. Mi último año de cursada antes de la tesis.
Estoy tan cansada que me dormiría acá sentada, escribiendo.
En verano no suelo tener mucho trabajo pero febrero, desde mitad de mes hacia acá más o menos, me está aniquilando. Planos, especialmente. Ir a medirlos y luego sentarme a dibujarlos.
* Quiero terminar de leer IT para poder arrancar todos los libros hermosos que tengo esperándome y siento que nunca llego. Voy por la página 950 más o menos, de 1500. Lo peor es que es un libro fascinante, así que quiero terminarlo.
* Empecé a ver True Blood para descansar del estudio. Me vi las dos primeras temporadas completas y la mitad de la tercera. La segunda temporada parece un chiste, una mezcla de película trucha de Guillermo Francella (tipo "Bañeros locos" o algo así, ni sé si él actúa pero creo que se entiende la idea). Cuando estaba con la tercera decidí leer la sinopsis en wikipedia y me di cuenta que la serie es cualquiera. Una pérdida de tiempo. Abandonada y olvidada.
* No sé si es el veganismo o qué pero estoy corriendo más tiempo y más kilómetros cada semana. Punto para mí. Y estoy aprendiendo muchas recetas riquísimas para no aburrirme comiendo siempre lo mismo.
* Tengo sueño.
Ya sé que volví hace dos meses del viaje, pero... ¿Queda muy mal si les digo que necesito vacaciones?

jueves, 18 de febrero de 2016

Éire

El verano en Buenos Aires está bravo y no da tregua. Las temperaturas no bajan de 30, 29 cuando el sol se levanta amable. A veces no corre aire, las actividades diarias se hacen densas, ni les cuento el ir al gimnasio (pero qué remedio, con estas caderas no me queda otra). Estoy molesta y encima preparando finales (cinco entre esta semana y la que viene). Y ya sé que no hace ni dos meses que estoy de vuelta en casa, pero la puta cómo extraño las islas.
Lo primero que me viene a la mente es ese clima, fresco, a veces muy frío, que te azota y te obliga a salir hasta con gorro. CÓMO AÑORO USAR UN GORRITO.
Justo ayer me topé con la novedad (medio tarde porque fue en noviembre, pero soy lela) de que la banda irlandesa The Corrs sacó nuevo disco y, además de darme una panzada tremenda, me puse a pensar que yo estuve en Irlanda. Yo tuve la suerte de pisar tierra irlandesa y, de esa manera, cumplir uno de mis grandes sueños. Porque soy una freak de lo celta, de todo lo que tiene que ver con Irlanda, veo un trebol y me emociono. Sí, así de tarada.
Así que para rememorar algo de hace poquito, les comparto un tema nuevo de The Corrs, y unas fotos de ese hermoso país. ¡Quiero volver!



Cliffs of Moher


Florecitas de un jardín


Paseando por el jardín del castillo de Dublin


Una parte de dicho castillito


Hill of Tara


Bective Abbey


Monasterboice


Phoenix Park


Otra del parque, ¿no es precioso?

Dato nerd curioso sólo porque es sobre el post: En el parque este, Phoenix (que está en Dublin) casualmente se filmó parte del primer video ever de The Corrs: el de una de sus canciones más conocidas, Runaway. MUERO DE AMOR.


Me voy a soñar de nuevo con Irlanda. Con ese verde, esa música, esos pubs, esa cerveza y esos irlandeses simpaticones.