miércoles, 10 de mayo de 2017

Conteo

Faltan exactamente 9 días para nuestras vacaciones, y ya estoy entrando en modo *emoción total*.
¿Hay algo más lindo que viajar? ¿Que escuchar, ver, sentir cosas que no te son cotidianas porque te alejás del lugar donde viviste toda tu vida?

Lo primero que pienso en este momento es que me voy a topar de nuevo con un lugar donde la gente es muy diferente. Una de las cosas que recuerdo de ese país es que podía caminar tranquila sin tener que estar constantemente mirando el piso. Para los que no conocen Buenos Aires, es un campo minado de excremento de perro. La gente no sé qué problema tiene pero no levanta lo que su perro deja, y de verdad que no hay vereda que no esté sucia. Ni una.
Allá recuerdo que bajé del tren en una ciudad con mi valija de ruedas pensando «Uh, qué macana, voy a ensuciarla toda». Nada. No había nada en la vereda. ¿Me conformo con poco? Tal vez. O será que realmente donde vivo a veces pienso que la gente tiene tan poca solidaridad que ya se olvidó de lo que es vivir en sociedad.

Necesito desenchufarme de esta ciudad. Necesito alejarme un poco de lo nuestro. Olvidarme por unos días de lo que está mal, de los problemas, del estrés por el trabajo, del cansancio, de todas esas semanas que trabajé 7 días de corrido sin parar, de todas esas madrugadas que me dediqué a trabajar quedándome casi dormida sobre el escritorio. De los fines de semana que no disfruté como es debido por estar haciendo mil cosas. Ya estoy ansiando esos preciados 15 días sin Buenos Aires.

Eso sí, voy a extrañar a mi perra.