domingo, 28 de septiembre de 2014

Eau de podré

No suelo tener un problema con las personas de edad avanzada, pero hay veces que los ancianos se pasan.
Ayer decidí arrancar mi día bien temprano para ir a hacer unas compras, y evitar un poco ese tumulto que se empieza a formar en las calles a partir de las 11 de la mañana. Una de mis paradas era la farmacia, ya que se me había terminado la caja de unas pastillas que tengo que tomar todas las mañanas (obvio, siempre me acuerdo cuando no tengo más). Cuestión que llego, saco mi número, y me dispongo a esperar. Adelante mío había 4 señoras.
Terminan de pagar, se alejan, y yo (que estaba más bien al lado de la puerta) me acerco al mostrador, ya que me faltaba poco. Y en eso, lo sentí. Mi cerebro se activó tras lo que mi nariz había captado. No tengo palabras suficientes en mi lenguaje materno para describir el hedor a podrido de ese pedo, caldoso, tremendo, que había quedado en el ambiente.
Porque hay pedos y pedos, caballeros. Pero ese era uno de esos que vienen para quedarse, que salen del culo y proclaman «¡Ésta es mi tierra! ¡De aquí nadie me mueve!». De esos que, si no tenés cuidado, es posible que te dejen un regalo amarronado en esa parte del calzón. Y me atrevo a decir que hasta un buraco.
Toda la farmacia se envolvió en una nube verde de podredumbre, inevitable para todos los que nos quedamos. Con muy poco disimulo hice marcha atrás así como estaba hacia la puerta, aprovechando que era un día ventoso, para que la brisa me ayudara a disipar ese mal que me estaba matando.
De a uno fueron cayendo.
«¿¿¿¿Qué es ese olor????»
«Ayyy pensé que era yo que olía algo, menos mal que no soy yo nomás». No, señora, descuide. Todos nos estamos fumando este tremendo pedo.
Y lo mejor fue la cara de uno de los farmacéuticos cuando salió de la parte de atrás y se encontró con este paredón oloroso. Obvio que cazó un desodorante de ambientes (de los que tienen a la venta) y lo tiró por todos lados.
Digo yo...
Esta señora que se recontra cagó encima, ¿no podía esperar? Su pedo estaba a menos de un minuto de poder ser liberado al aire libre, ¿qué necesidad de tanta maldad? ¿Es muy difícil cerrar los cantos para arrojarlo después? ¡¡¡¿¿¿POR QUÉ HAY QUE SER TAN HIJA DE PUTA???!!!

martes, 16 de septiembre de 2014

Literario

La cantidad de libros que tengo pendientes para leer no va de la mano con el tiempo que tengo para dicha actividad, que está en el número 1 de mi top 10 de la vida. No sólo tengo acá en casa pendientes, nuevitos y relucientes en la biblioteca; sino que encima sigo comprando, como si fueran a desaparecer y tuviera que tenerlos en mis manos ya mismo. Tengo una enfermedad, lo sé.
En fin, cuestión que después de leer Túneles me colgué un poco y la saga ya finalizó con seis libros. Acá tengo algunos, así que decidí seguirla. Oh, qué bien que lo hice. La historia va mejorando con el correr de las páginas.

En el final del primer tomo de esta aventura leíamos que los protagonistas, Will y Chester, se dirigían a las profundidades, ese lugar al que ni los propios habitantes de la colonia querían ir. Esta nueva entrega está completamente llena de aventuras. Todo el tiempo pasa algo, lugares a los que llegan, las personas con las que se encuentran, misterios (esas cosas que por ahí aun no sabíamos del todo en el libro anterior) que se revelan, traiciones, planes malévolos, gentes malas, gentes buenas... ¡No para! No hubo un sólo momento que la historia bajara su nivel, desde el principio hasta el final te mantiene ahí leyendo y con ganas de querer seguir enterándote de lo que pasa. Nuevos personajes que se suman a la aventura, nuevos descubrimientos, cosas que van tomando forma...
Realmente no me esperaba encontrarme con una aventura tan fascinante. El primero me había gustado, y mucho, pero este lo superó con creces. Por suerte tengo para leer ya el tercero, imagino a esas pobres personas que tuvieron que esperar para saber cómo continuaba todo y no me queda otra cosa que sentir mas que lástima. Pero esto es lo bueno de estar leyendo una saga que ya está terminada, es como ver una serie que se terminó de emitir: te vas a morir de curiosidad pero sabés que tenés el resto al alcance de la mano.
Ya quiero saber cómo sigue esta historia.
Para los amantes de las aventuras con un poco de fantasía y mucho condimento necesario para entretenerse, este libro (y estoy casi segura de que todos los de la saga) no puede faltar en su biblioteca.
¡Buenísimo!

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Recetario veggie!

Todo lo que sea relleno con carne picada, se puede reemplazar con la maravillosa carne de soja.
Este cereal, que viene en distintos tamaños, es muy fácil de usar, barato y rendidor.
El único secreto que tiene es que es recomendable dejarlo hidratar en alguna salsa, para esta receta por ejemplo lo dejé toda la noche hidratando en una salsa de tomate liviana, para que se le vaya ese sabor característico que tiene, que resulta un tanto fuertecito.

Morrones rellenos

Ingredientes:
2 morrones grandes (salen 4 porciones generosas)
2 ramitas de puerro
2 ramitas de cebolla de verdeo
1 tomate
1 zapallito verde
Carne de soja previamente hidratada (la cantidad es bastante "a ojímetro", no abusar porque rinde mucho)

Preparación:
Saltear la cebolla de verdeo y el puerro cortado chiquito con un poco de morrón cortado en cubitos (yo tenía un pedacito que me había sobrado de otra comida). Cuando empieza a dorarse la cebolla, agregar el zapallito también cortado en cubos pequeños y el tomate. Condimentar a gusto y agregar la carne de soja, removiendo bien para que tome el sabor de las verduras.

Parece carne picada, pero nop.

Cuando está todo cocinadito, se le pueden agregar unas aceitunas cortaditas, queda muy rico. Yo hoy le puse un poquito de queso blanco untable que tenía y le dio un sabor muy suave. Luego queda cortar los morrones al medio, sin sacarles lo verde de la punta porque se achica mucho el espacio para rellenar, los rellenamos y mandamos a horno hasta que los vemos que empiezan a ablandarse. Tardará unos 15, 20 minutos como mucho.

Si quieren le pueden poner algún queso para derretir por encima, pero yo hoy al menos lo hice así nomás y quedó muy rico :)

Voilà!

Espero que les haya gustado y que prueben de hacerlos. Con este mismo relleno se pueden hacer unas empanadas, zapallitos rellenos, pastel de papa o zapallo. Se pueden agregar las verduras que quieran, se saltean y ya. Si gustan también queda rico con huevo duro, pero tengan la precaución de que si les sobra no lo pueden freezar porque no es conveniente.
Una vez le hice un pastel de papa a mi viejo, y cuando se lo terminó me preguntó dónde había comprado la carne picada. No podía creer que no tenía nada de carne el plato ^_^

¡Provechito!

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Bloqueos musicales

Música en mis oídos, Arraigo bien fuerte (una banda de metal con tintes de música bien argentina, como folklore, tango..), y salí a pelearle a la fiaca de tener que ir a hacer las compras. Pero en esta casa ya ni capuccino quedaba.

Descubrí que ir encerrada en mi mundo de música me ayudó a superar la embolante tarea de enfrentarme a esa parva de seres que pululan el supermercado. Y hoy, particularmente, estaban casi todos los personajes nefastos capaces de arruinarte el rato: el que deja el chango tirado (lleno) en el medio del pasillo y no podés pasar, la vieja que se pone a mirar las cosas bloqueando el camino, el que se compró medio supermercado y está antes que vos en la caja y ENCIMA acomoda las cosas rigurosamente en la cinta. TODOS.




Pero sonaban ellos y todo el mundo se puso invisible. Sólo estábamos la música, la listita de todas las cosas que tenía que comprar, y yo.

Me pasa que a veces veo a la gente con auriculares haciendo cosas cotidianas (como cuando salen a pasear al perro) y siento un poco de lástima. En general me encantan los sonidos de la vida... este es un barrio tranquilo, acá salís a caminar a media mañana y seguro te encontrás con poco ruido de autos y mucho de pájaros, por ejemplo. Pero últimamente se está perdiendo eso y cada vez se escucha más el ruido de los demás. Ya ni las noches son 100% tranquilas. Así que hoy decidí probarlo, ver qué era eso de bloquear el universo y hacer las cosas disfrutando sonidos que uno elija. Y la pucha, qué bueno que estuvo.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Identidad

Hace un buen tiempo me encontré en el facebook con una página que se llama STOP Gordofobia. Como reza bien su título, más que nada la idea es compartir historias de personas que han sufrido o sufren las delicias sociales de ser gordo, o comparten sus visiones inmensamente positivas hacia la vida. La cuestión es que desde que leo esa página, que me lleva a ver decenas de historias y encontrarme con que no fui la única que ha sufrido; y leer tantas palabras con las que me siento profundamente identificada, algo muy lindo está cambiando desde lo más profundo de mi ser. Mi visión de la vida, por así decirlo, algo que siempre me trajo problemas, está mutando a algo realmente positivo. Y me lleva a querer contar mi historia, y compartirla, porque quizá a alguien le sirve, como a mi me sirvió leer todas esas cosas, y me sirve aún.

Yo siempre fui obesa. En parte porque me encantaba comer dulces, mis padres no tenían problemas económicos y siempre me mandaban a la escuela con algún billete en el bolsillo. En el colegio había un kiosco en el cual recuerdo que casi en todos los recreos me compraba un alfajor milka, entre otras cosas. Cuestión que mis primeros años de escuela primaria transcurrieron sin problemas, siempre fui la "tonta de la clase" (en el buen sentido, era graciosa) y hasta las chicas de secundaria me venían a buscar para que les imite ruidos de animales, o para jugar a cualquier cosa. Por otro lado, era alérgica, y en aquel entonces el único tratamiento que había era una dosis semanal de corticoides que me inflaron de a poquito.

Cuando cumplí 10 años, a mis padres, que trabajaban a sol y sombra (a mi me han criado terceros, pero a mis padres los veía sólo de noche), como la escuela donde estaba no era doble turno y no tenían con quien dejarme, no se les ocurrió mejor idea que mandarme a una escuela nueva.

10 años. Mi primer nombre es Rosa, lo cual en esa época evidentemente era una aberración de la naturaleza (esto fue hace unos 20 años, allá por principio de los noventa). Obesa. Y en esa nueva escuela empecé a aprender otras cosas de mi persona también. Que era desagradable, horrible, espantosa, ridícula, inmunda. Que me iba a morir sola, que nunca nadie iba a quererme, que cómo podía salir a la calle siendo tan horrible. Hubo un momento en que empecé a sentir todas esas cosas, que quizá antes también estaban pero yo era tan feliz en mi mundo alegre que no les prestaba mayor atención. Pero ahí era la nueva, estaba sola, todos los grupitos estaban ya armados. Imposible escaparse.

El bullying en mi caso se dio de varias maneras. Me insultaban de todos los colores, quienes se hacían llamar mis amigos en cuanto podían me ponían en ridículo. Cuando llegaba la hora del recreo me perseguían por todo el patio, y terminaba encerrándome en el baño, mientras los escuchaba decirme todas esas cosas horribles que sabían decirme. Incluso chicas de otros cursos, con quienes yo no tenía trato, se divertían burlándose de mi todo el tiempo. Llegaron a agredirme físicamente unas cuantas veces, a empujones y otras cosas igual de bonitas. No paraban.

Llegar a casa no cambiaba las cosas. Mi hermano y mi papá también me decían gorda, se reían de mí y me maltrataban. A ver, que yo con 10, 11 años llegaba a casa luego de horas encerrada en un colegio donde no quería estar, para encontrarme con un ambiente familiar de mierda que más que apoyo parecía que les seguían el juego a los que me ridiculizaban ya todo el día. ¡Divino!

Vivía llorando. No por esto dejé de comer, así que si bien me daba asco a mí misma seguía siendo una bola. Creo que incluso me llevó a comer más. No soportaba verme al espejo, sentarme y ver esos rollos, lloraba y me preguntaba por qué era tan horrible, por qué nadie me quería, por qué nadie me aceptaba. Sin embargo tenía algunos pocos amigos, una en especial que se llama Luciana que fue mi amiga desde que éramos muy pequeñas, y creo que su amistad fue un tesoro que me mantuvo a flote durante mucho tiempo. Era mi rayo de esperanza en medio de toda la oscuridad que me rodeaba. La única de la que jamás escuché un comentario de ese estilo (aunque en su familia había algunos que no tenían problema en hacérmelo saber, por si acaso yo alguna vez me olvidaba de que era desagradable).

Las cosas fueron empeorando. Cuando llegó "el período", como si fuera poco con ser gorda y horrible me salió un vello en las piernas que mi mamá no tuvo mejor idea que combatir con crema depilatoria. En vez de empezar directamente con la cera, arrancar con la crema hizo que ese vello relativamente suave se tornara en unos cardos infames que fueron difíciles de superar por mucho tiempo. Y a todo esto anterior sumemos que siempre tuve facilidad para agarrarme piojos. No sé si tengo la sangre sabrosa o qué demonios, pero la cuestión es que vivía LLENA de piojos.

¿Van sumando? Gorda, Rosa, peluda, llena de piojos. El viaje de egresados de séptimo grado fue una tortura horrible, pero por fin llegó el final y nunca más tuve que volver a ver a ninguno de esos cerdos que se encargaron de traumarme para siempre.

Llega la adolescencia, a los 13 años sentía que la vida no iba a tener nunca nada bueno para mí, que nunca un hombre iba a quererme, que nunca tendría a nadie que significara nada bueno. Mi familia iba de mal en peor, siempre me pelee mucho con mi papá, y mi mamá tiene una clara preferencia por mi hermano que en esos momentos no ayudaba. Quise suicidarme, dos o tres veces, ya no recuerdo, pero jamás tuve la "fuerza" para llevarlo a cabo. Pero soñaba con morir, con desaparecer de este mundo y dejar atrás todo el dolor que sentía. Deprimirme y estar mal todo el día ya era cosa normal. Quería, ansiaba morir. Por supuesto seguí odiando el espejo por mucho tiempo, pensando que yo era algo que estaba mal en el mundo, por no ser delgada y bonita como las otras chicas. Intenté miles de dietas, hasta una con unas pastillas que me dejaron sin energías en poco tiempo, pero volvía a ganar el peso enseguida. En la escuela secundaria tuve la suerte de conocer grandes personas y hacerme buenos amigos, con lo cual el bullying quedó atrás. Siempre hubo algún que otro engendro que aparecía de la nada a decirme en la cara "gorda", como si tuviera un derecho divino a decirme a mí lo que yo era, lo cual no me ayudaba pero no era lo mismo que en años anteriores.

He sufrido rechazos amorosos por mi sobrepeso, me han seguido insultando por mucho tiempo y hasta pasé por esas situaciones de que ven una foto tuya y te dejan de hablar en las épocas de auge del chat. Sí, eso de enviar una foto a alguien que dice que le agradas y de golpe y porrazo te deja de hablar, porque claramente no sos de su agrado, no es un mito popular, es cierto. Y sí, también duele.

Generé un rechazo a las muchedumbres muy grande. Cumpleaños de personas donde hay más de 10 personas que no conozco, ya siento que todos me observan y me juzgan. Que me miran pensando "mirá a la gorda esa, que mamarracha", y otras cosas semejantes.

El tiempo pasó, hace casi 7 años que estoy en pareja, convivo hace 3. Me fue difícil acostumbrarme a no apagar la luz cuando estábamos "en esos momentos", pero con el tiempo aprendí muchas cosas. Aprendí a creerle cuando me dice que soy hermosa y que le parezco la mujer más linda del mundo. Cuando alguien me dice un cumplido ya no me río en su cara. El espejo ya no me da asco y no tengo ganas de morirme. Aprendí a amar mis imperfecciones, admito que me gusta comer y a pesar de haber abandonado la obesidad (pero aun tener unos kilos de más) no me vuelvo loca queriendo adelgazar por los demás. Lo que hago, lo hago por mí. Y al que no le gusto, lo lamento, soy así y nadie tiene derecho a juzgarme. Ni a mí ni a nadie. Me gusta la comida, la disfruto, de hecho soy chef pastelera. Me gusta hacer ejercicio, salgo a correr y empecé a participar en maratones este año. Y desde que leo estas historias me doy cuenta que esto que me pasó no es algo propio mío, y a pesar de no conocer a estas personas ni haberlas visto, me siento increíblemente acompañada. Es horrible que hayan tenido que pasar por esas cosas, pero es hermoso leer tantas historias de supervivencia y poder compartirlo. Y me permito sonreír y reírme cuando a alguien se le ocurre decirme "gorda", porque por supuesto, todavía muy de vez en cuando sucede.

Mis padres nunca cambiaron. Esos chicos de la primaria quisieron ser mis amigos vía facebook, pero a ninguno acepté. Como a muchos les ha pasado, estos seguro no saben las consecuencias horribles que sus actos dejaron en mi personalidad. En mi nula autoestima que, de a poco, intenta crecer. Pero hoy ya sé que no soy horrible, y que ser gordo no es una aberración de la naturaleza o un estado del cual sentir asco. Ya no me molesta lo que veo, y hasta empiezo a quererlo. Me permito ser feliz con las cosas más tontas, pero que quizá antes se veían opacadas por toda esta mochila que vengo cargando desde que soy chica. Empiezo a entender de qué se trata eso de ser feliz. Y me encanta.

Y esta semana me voy a comer una porción de torta con una amiga para celebrar su cambio de trabajo, y no me importa nada. Sí, tengo brazos fofos y soy grandota de cuerpo, ¿y qué? ¿Quién me va a decir lo que yo soy? Nadie más que yo. Y yo estoy queriendo esto que veo.