jueves, 20 de abril de 2017

Literario

Hace relativamente poco vi esta película. Me gustó la idea pero me pareció que le faltaba un «algo», como que no estaba tan buena como yo me lo esperaba. Sabía que estaba basada en un libro y tenía ganas de leerlo, y justo unas amigas me lo regalaron para mi cumpleaños. ¡Bienvenido sea!

Debo decir que el «algo» que le faltaba a la historia, está en el libro. Y creo que es, en este caso, su narrativa. ¿Qué tiene de interesante este libro que no se ve en la película? Que vamos leyendo las mismas situaciones (las que combinan más de un personaje especialmente) desde la perspectiva de los distintos personajes. En este caso, siempre de las mujeres de la historia: Rachel (la chica del tren propiamente dicha), Anna y Megan. Ahí está lo que te hace leerte este libro en tres días y no dejar de leer en ningún momento: es atrapante. Te va llevando página por página a que te enteres qué está pasando. Estoy segura que si no hubiera visto la película y supiera de antemano el final de la historia, me habría costado, porque por su forma de decir las cosas no era tan obvio. No era un final tan cantado. Eso en este tipo de novelas así policiales o thrillers policiales, si se quiere, me encanta. Que te tengan enganchado a la historia, que no sepas del todo qué está pasando. Que estés empezando a pensar una cosa, a culpar a alguien de lo que está pasando, y en realidad es otra persona bien distinta. Además, las historias que tienen esa división en personajes me gustan mucho.

Otra cosa que tiene es que va y viene en el tiempo, no siempre se mantiene la línea, y eso también suma puntitos. Por ahí te están hablando de algo que pasó hace mucho y pasan unas cuantas páginas hasta que vuelven el tiempo atrás a ese momento, y te lo cuentan.

En definitiva, me parece una gran lectura. Un muy buen libro, atrapante, rápido de leer, muy disfrutable. Creo que más aun si no han visto la película.

¡Recomendable!

martes, 18 de abril de 2017

Recuerdos

Mi papá tiene 84 años. Cuando era joven, su papá no lo dejó estudiar en la universidad porque (como buen italiano) consideraba que era una pérdida de tiempo, y que era hora de salir a trabajar. Tenía un excelente promedio en la escuela, de la cual egresó como técnico mecánico. No obstante, las ganas de saber más y de tener una buena profesión lo llevaron a interesarse más que nada en el dibujo técnico, algo que ya manejaba por la escuela (antes los planos se hacían a mano y con una tinta especial, no como ahora que es todo por computadora), y gracias a lo cual eventualmente logró dos cosas: por un lado, tener buena mano para el plano de dibujos municipales, con lo que tuvo un trabajo como gestor de habilitaciones comerciales por muchísimos años; y por el otro, tiene una caligrafía hermosa.

En su casa moraba su eterno tablero de dibujo.


Sentado en ese tablero, a la luz de una lámpara de pie, lo vi miles de veces dibujando sin parar y sin horario. Encorvado sobre sus hojas de calco, con ese pulso increíble que (aún hoy) lo caracteriza. Desde que tengo uso de memoria y que recuerdo, ese tablero nos ha acompañado en casa, ininmutable. El paso del tiempo hizo un poco de estragos sobre él, pero seguía siendo una maravilla. En ese tablero yo también me senté a su lado varias veces a dibujar, cuando era chica, esos garabatos tan graciosos que todos hicimos alguna vez siendo niños, mientras él trabajaba. Era un pequeño momento que compartíamos los dos. En ese tablero también aprendí yo el arte del dibujo técnico, ya que unos añitos después me tocó a mí ir a una escuela técnica. Me turnaba entre este y el tablero ese chiquito que llevábamos a la escuela, pero yo prefería este, siempre me resultó más cómodo. Tenía un algo muy especial.

Con el paso del tiempo, mi papá dejó de dibujar. La vista ya no le daba para tanto y lo reemplacé yo con el dibujo, justo cuando la tecnología le ganó al arte manual. Los planos ya no servían si no eran dibujados en AutoCAD, algo que a mí me convenía (y aun me conviene, es parte de lo que me da de comer cada día), pero que a él lo hizo envejecer más rápido. Ya sus dibujos no eran necesarios. Por más que quiso, no pudo dibujar más en ese tablero, y pasó a ser un decorado en la oficina que tienen ahí en su casa.

Tras mucho tiempo de meditarlo decidimos venderlo, y darle una oportunidad a otra persona de disfrutarlo. Confieso que a mí me daba cosa, por una parte porque sabiendo que la tecnología aplastó estas cosas, el tablero iba a tener que ser vendido por unas chirolas. Y por otro lado, porque sabía que era una parte de la vida de mi viejo. Tenía miedo de lo que iba a pasar con esto que era tan especial. Pero, finalmente, lo publicamos y a los meses se vendió.

Hoy, la persona que me lo compró me mandó una foto del tablero como lo tiene hoy. Renovado, parece nuevo, dándole vida a un rincón de su casa.


Se lo conté a mi viejo y se puso muy contento. Y a mí también me puso contenta. Este tablero que tantas cosas nos dio, que tanto nos acompañó, que era como una extensión de los brazos de mi viejo; hoy forma parte de la vida de otra persona que lo recibió así, con una lavada fresca de cara.

Muchas gracias, Lisandro, por devolverle la vida a esta parte tan importante de la vida de mi papá. Pusiste contento a un hombre que, últimamente, necesita algunas razones para sonreír.

domingo, 16 de abril de 2017

Odio a todo el mundo

Hay veces que no puedo comprender la maldad innata de ciertas personas. ¿Piensan antes de decir las cosas? ¿Les sale ser así de la nada?
En mi país, día a día desaparecen muchas chicas y mujeres. Algunas reaparecen en distintas circunstancias (las menos) pero con vida, y otras aparecen con el peor desenlace posible. Tal es el caso de Micaela, que desapareció un día de su casa, y la encontraron muerta al tiempo. Micaela era una buena estudiante, militaba en un partido político, iba a comedores a darle de comer a chicos, abogaba por el #NiUnaMenos tan triste que caracteriza a la Argentina. Su muerte nos agarró a todos con las defensas bajas. Su asesino, un violador reincidente que había sido liberado por un juez más que imbécil.

Al poco tiempo, sale a la luz la desaparición de otra chica, llamada Araceli. Araceli aun no aparece. Pero, muy al contrario que Micaela, se trata de una chica pobre, que dejó sus estudios, se drogaba y subía fotos «polémicas» (dios santo) en internet.

La caratata de comentarios que he leído estos días, despectivos, sobre esta pobre chica, no tienen límite. ¿Ella se merece aparecer muerta por su junta? ¿Porque le gusta la noche? ¿Si se droga entonces merece morir? Detrás de esa chica hay una familia. Hay una madre que la ama, la extraña y la busca. Igual que la familia de Micaela, que la esperaba a ella.

¿En qué cabeza cabe decir las cosas que se dicen sin conocer al otro? Asumiendo cosas de las personas, poniéndonos en una posición de «yo sé todo de vos», sólo por dos o tres pelotudeces que te cuentan en los medios. Esta gente que dice esas barbaridades por esta pobre piba que aún no aparece, ¿tiene idea lo que es tener un familiar desaparecido? ¿Tiene idea de lo que es irse a dormir todos los días sin saber dónde está tu hija?

Por favor, muchachos. Ya es lo suficientemente desagradable vivir en un lugar donde no sabemos si el día de mañana nos secuestran a una amiga, una hermana, una conocida o lo que sea. ¿Ahora encima hay que fumarse este tipo de comentarios? ¿La gente es pelotuda?

Ojalá aparezcan noticias de Araceli pronto. Ojalá no sean las peores.

lunes, 10 de abril de 2017

Literario

Qué floja que vengo con la lectura. Tenía tres libros empezados cuando finalmente terminé este. Sufrí una mezcla de exceso de exámenes finales + exceso de trabajo, y no tenía tiempo de sentarme tranquila a leer nada. Por suerte todo se calmó un poco, y estoy retomando esta actividad que tanto disfruto.


El cáncer es una enfermedad que, al menos en el caso de mi familia, es moneda corriente. Siempre me pregunté si se debía a que nuestras vidas son cada vez más estresantes o que vivimos en ciudades constantemente golpeadas por contaminantes que podrían incrementar las posibilidades de «contraerlo», pero nunca me había decidido a leer nada al respecto. Me quedé con el mensaje que te dejan los medios o distintas páginas de internet: que cada vez somos más propensos, que antes esto no pasaba, que una dieta sana y ejercicio pueden prevenirlo, que fumar es malo, etc. Y siempre pensé que era cierto eso que leí por ahí alguna vez, que todos somos propensos a tener cáncer alguna vez porque «lo tenemos dormido en el cuerpo».

George Johnson es un periodista norteamericano y escritor de libros de ciencia. A pesar de la vida «sana» que siempre compartió junto a su esposa Nancy, ésta última se enfermó de cáncer de útero en el año 2003. Y ahí empezó su investigación y su búsqueda por comprender de dónde viene esta enfermedad.

El libro tiene dos voces. Una, la del periodista que investiga, viaja, habla con especialistas, lee artículos hasta el cansancio. El que busca y rebusca de dónde viene todo, desde cuándo data (me sorprendió mucho este dato, yo pensaba que era más bien tirando a reciente), si hay algo que nosotros hacemos mal que puede hacernos más débiles para que el cáncer aparezca. Y por el otro, un esposo preocupado, compartiendo día a día la lucha de su esposa, que luego también tiene que pelearle a la metástasis.

Es un muy buen libro, fascinante por donde se lo mire, que nos abre la cabeza en lo que se refiere a esta enfermedad. En mi caso, como les dije antes, siempre me hice muchas preguntas al respecto porque es algo normal entre los miembros de mi familia. Siempre estuve segura que se debía a una mala vida, o al cigarrillo (aunque algunos de los que tuvieron el encuentro cercano ni fumaban), o a la vida en la ciudad. En definitiva, lo que saco en limpio es que todos podemos tenerlo. Pero no porque lo tengamos dormido en alguna célula de nuestro cuerpo, sino porque el cáncer es meramente un «error de sistema». Un día una célula se replica mal, su código se «trula» y así se empiezan a replicar células tumorales, que tienen otro mensaje muy distinto al que deberían transmitir. Entonces, si bien uno puede llevar una vida sana (lo peor de todo es fumar), no significa que le va a escapar al cáncer. Sí, hay causas ambientales que por ahí aumentan las probabilidades, pero es más bien una cosa de nuestras células. Nadie te puede asegurar jamás que por vivir con una dieta alta en frutas y verduras jamás te vayas a enfermar. Y nadie debería ir por la vida asegurando eso, porque es dar falsas esperanzas en un mundo constantemente atacado por el cáncer.

Gran lectura, recomendable para aquellos curiosos que quieran saber más sobre este tema. Tiene bastante de términos médicos, pero nada que no se pueda buscar en internet si no se entiende. No es muy complicado, y tiene un mensaje que hay que leer.

jueves, 6 de abril de 2017

Recetario

¿Por qué es tan rico el arroz? Es una de las preguntas más importantes de la humanidad. Es rico en preparaciones dulces (arroz con leche, dios mío) y en preparaciones saladas. Es rico cuando es blanco y cuando es integral. Es rico en buñuelos, croquetas, y hasta cuando no tenés ganas de cocinar y lo comés así nomás con un poco de aceite de oliva. En definitiva: amamos al arroz.

Hace poco, cuando fui a visitar a una amiga, me preparó un arroz con leche de coco y curry "a su manera". Estaba increíble. Yo lo adapté a mí manera, y acá se los comparto. Es super fácil, muy rico y van a quedar de diez con algún ser querido (válido para uno mismo: uno debe ser su ser querido).

Arroz al curry con leche de coco

Ingredientes
Arroz blanco (yo cocino siempre para tres mínimo, así marido se lleva tupper al trabajo, y uso un poco más de un cuarto)
Cebolla de verdeo (5 ramitas por lo menos)
Cebolla común picada (1 grande o 2 chiquitas)
Champignones (si consiguen, si no queda bien igual)
Leche de coco (200 ml)
Curry (dos cucharaditas)
Sal C/N
Pimienta C/N
Caldo de verduras (por lo menos un litro y medio)

Preparación
Primero salteamos la cebolla de verdeo picadita con la cebolla y los champignones en un poquito de aceite de oliva. Cuando empieza a tomar color agregamos el arroz y mezclamos bien. Ahí le agregamos el caldo de verduras y dejamos cocinar hasta que el arroz esté casi al dente (y seco en lo posible, no se pasen de caldo). Cuando ya casi está listo, agregamos el curry, sal y pimienta a gusto, y por último la leche de coco. Ahí dejamos que se cocine unos minutos y que tome "cuerpo" (como que se espesa un poquitito), y listo. ¡Fácil! Y les puedo asegurar que es riquísimo.



Nota: Probé hacerlo con arroz integral una vez y también quedó rico, pero tengan en cuenta que va a tardar mucho más y probablemente van a necesitar el doble de caldo.

¡Provechito!

lunes, 3 de abril de 2017

Change

En mis 33 años de vida hay algo que siempre hago con las personas: dar.
Yo no mido mucho la cantidad de "mí" que puedo darle a otro, cuando ese otro me da a entender que quiere que yo pase a formar parte de su vida. Tampoco es que voy por ahí regalando pedacitos de mí a cada cristiano que se me cruza, elijo (a veces muy mal) y después me encuentro con que del otro lado no hay un equilibrio ni cerca. Uno da pero no recibe lo mismo a cambio. ¿Naturaleza del ser humano? Quién sabe.
Cuestión que llega un punto en la vida de una persona (y si no llega, debería) en que uno se cansa de ser el que da y no recibe ni un poco a cambio. El que escucha siempre, el que está, el que cuando el otro necesita algo no tiene problema en dejar de hacer lo que está haciendo para ayudar, y así un montón. Desde ya que, quizá les pase como a mí, no es que estamos esperando la misma cantidad del otro lado, pero sí algo.
Creo que es hora de que me guarde un poco de todo eso para mí. Ya que del otro lado no encuentro lo que yo sí sé dar como persona sintiente, me reservo parte de eso para no sentir ese vacío que queda cuando todo lo que hay del otro lado es silencio.
Se los recomiendo.