lunes, 23 de marzo de 2015

Literario

Este es un libro que eligió mi novio, porque sabe que me gustan las cosas que tratan sobre ecología. Y como últimamente había estado leyendo varios thrillers, pensó que era una buena oportunidad para leer algo novedoso. Un ecothriller. Jamás había visto ese género.

La siembra trata un tema que me he cruzado en varios lugares últimamente, incluyendo la película Kingsman (muy buena, por cierto, altamente recomendable): hay personas que piensan que los seres humanos ya estamos destruyendo mucho todo, y buscan la forma de sacarnos del medio.
El libro empieza con un asesinato, el de un científico, bastante brutal la escena. De ahí empieza a tejerse la trama, el aprendiz del científico que sigue con vida y está en el mismo lugar mientras se produce el asesinato; un escritor cuya esposa se muere, aparentemente un suicidio. Una detective desde París que irá buscando resolver los misterios. Las cosas van sucediendo en varias partes del mapa al mismo tiempo, llegando incluso hasta África, con lo cual tenemos varias situaciones y distintos personajes repartidos.
Una muy buena historia, bien contada, fácil de leer. Me entretuvo mucho especialmente porque necesitaba desintoxicarme de todo lo fantástico que venía leyendo, si bien el anterior a este no tenía nada que ver (fue el libro de la mujer que tenía una enfermedad terminal). Una brisa de aire fresco, un buen policial que si bien no es de esos que hasta que llegás a las últimas páginas no te enterás lo que está pasando; sí pasa que por ahí ya leiste más de la mitad del libro y todavía no terminás de entender la razón oculta detrás de las muertes. Y cuando lo entendés... tal vez pienses que no es tan descabellada la razón. Digo, es un tema controversial, todos sabemos (y los que no lo admiten lo sospechan al menos) que la humanidad es como un virus para este planeta. Tenemos tanto, y lo destruimos todo. Que de repente haya una forma de equilibrar las cosas no suena tan loco.

En fin: un buen libro, interesante. Muy recomendable.

martes, 17 de marzo de 2015

No me lo dijo un vecino

Noticias complicadas en la ciudad de Buenos Aires, aunque se vuelven una suerte de "música repetida". Una chica, joven, sale de su casa y no vuelve. A los pocos días comienzan a moverse por redes sociales y por los noticieros sus fotos, la búsqueda desesperada... y, lamentablemente, como le pasó a esta chiquita de 19 años ahora, la encuentran sin vida en algún lugar.

Lo malo que acompaña a estas desgracias que ya de por sí son terribles, son las cosas que opina la gente. Y no digo sólo personas de otra generación, como el cavernícola de mi papá que tiene 82 años y es un machista empedernido en todo sentido; sino incluso gente joven, gente como ustedes, como yo. Comentarios como "si se viste así se lo busca", "cómo va a ir a una entrevista de trabajo con ese shortcito", "andaba con un tipo grande, era una putita", "si yo la veía así por la calle también hacía lo mismo" (juro que este es real, lo leí en internet en algún momento del día), y así un montón.

El machismo de esta sociedad, la argentina en particular (que es la que conozco y por la cual puedo opinar), es tremendo. Las mujeres son una cosa. Si son feas, son motivo de burla por la calle, los hombres se sienten en total libertad de gritarles cualquier cosa y maltratarlas hasta el cansancio. Si son lindas, tienen todo su derecho a silbarles, llamarlas como si fueran perros, y decirles las barbaridades más inmundas que puedan existir. Y eso es leve, porque también están los toquetones (los que por ejemplo en el colectivo te tocan el culo, sin ningún problema) y en uno de los escalones más jodidos, los violadores. Pero no es una cosa de exageración. Creo que casi toda mujer argentina en algún momento de su vida ha sufrido un tipo de abuso de este estilo. Y no es solamente cosa de los obreros de construcción, que sabemos que son los primeros que se dedican a gritar todo tipo de guasadas a toda mujer que les pasa por adelante. Cualquier chabón está tan acostumbrado a eso, lo tiene tan arraigado, que ni se da cuenta cuando lo hace por ahí estando con su pareja al lado. Es normal. Está bien visto (supuestamente). Nadie lo juzga.

Entonces cuando una piba sale en pelotas a la calle, está bien que se la bardee. Que se le diga guasadas. Que se la manosee en el colectivo. Y está bien que se la viole y se la mate, ella se lo buscó. Cómo va a salir a la calle mostrando las piernas de esa manera. Cómo se le ocurre salir escotada, es obvio que está pidiendo a gritos que un grupito de tres chabones la arrincone y la viole en algún pasillo. ESA es una mentalidad muy jodida del hombre promedio argentino. El creer que las minas hacen esas cosas, se visten de una manera, se maquillan, se arreglan PARA ELLOS. Para su deleite y para su derecho a decirles o hacerles las cosas que les dicen o les hacen. No les cuadra que las cosas que hacemos las hagamos por nosotras. O capaz que las hacemos para mostrarnos bonitas, ¿está mal? ¿Está mal que una mujer se sienta bonita, sea cual sea su cuerpo? No por eso merecen que la maten como la mataron a esta pobre piba, y a otras tantas que ya pasaron por su misma situación.

Me enferma leer los comentarios y escuchar las cosas que dicen cuando pasa algo como esto. Se siente en derecho a juzgar y a decir que la piba se merecía las cosas que le pasaron, sólo porque se le cantó salir mostrando piernas y ombligo. Esta sociedad de mierda es un virus, que espero se pudra pronto, y se erradique del planeta. Los seres humanos somos un cáncer. Un tumor que se va comiendo de a poquito lo que encuentra, y a lo que es bueno lo termina transformando en malo.

lunes, 9 de marzo de 2015

Somewhere I belong

Hay cierta felicidad en saber que siempre vuelvo a un hogar donde me esperan, hace un tiempo, mis dos criaturas favoritas en el universo.
Una tiene cuatro patas y existe en mi mundo hace 3 años y 4 meses. Es negra, adorable y mimosa. A pesar de su mal carácter, de su alergia que de a poco y con paciencia vamos curando, y de su inadecuada manera de presentarse ante perros nuevos (los rodea, su sangre ovejera es innegable, y les gruñe; hasta que finalmente les mueve la cola y los huele como corresponde a cualquier can normal), es una gran compañera.
El otro tiene dos patas y existe en mi mundo hace 7 años y 4 meses. Es mi hombre favorito, mi mejor amigo, el que me saca una sonrisa hasta cuando no puedo sonreír y con el que comparto la vida. Con el que nos entendemos a la perfección desde el primer día, y soñamos día a día con todo lo que nos queda por hacer.
Como persona de pasado depresivo que soñó muchos años con el hogar alegre al que volver, para encontrar algo feliz tras la puerta y no algo pesado que le siguiera provocando más pena; debo decir que jamás me hubiera imaginado sentir la felicidad que siento hoy. Cuando uno está tan acostumbrado a que todo sea gris tirando a negro, el "ya vas a ver..." que muchas personas te dicen, suena simplemente a un mensaje buena onda. No solemos creerle, ni pensar que en algún momento realmente va a suceder. Pero sí, era así nomás. Tarde o temprano las cosas cambian, siempre y cuando nosotros también le pongamos un poquito de ganas.

Hoy mi realidad se ve un poquito como esta foto que tomé hace unos días:


Es una realidad mucho más colorida que la que alguna vez me imaginé. Me encanta. Y si a veces dejo que la vida me agobie, laboralmente más que nada, me basta con recordar que tengo este rincón del universo al que volver, y es inevitable que la nube se empiece a borrar.

sábado, 7 de marzo de 2015

Animé

Hay un animé que siempre me topé, por alguna razón, pero nunca me decidía a verlo. Está entre los que son de "niñas mágicas", tipo Sailor Moon; y habiendo visto esa serie cuando era joven siento que con el género tuve suficiente. No me malinterpreten: me gustó muchísimo Sailor Moon (en su momento, ahora estoy viendo la nueva y como que a veces me embola que no pase nada), pero el temita de las nenas que se transforman en nenas mágicas con poderes, vestidas con trajes de marinerito... bueno, no es mi favorito. Cabe resaltar eso.
Hete aquí que al final, como eran 12 episodios, le di una chance. ¡Qué demonios! No tenía nada que perder.

Lo primero que voy a decir acerca de Mahou Shoujo Madoka Magica es WOW. Acabo de terminar de verla y todavía no termino de procesar la genialidad que disfruté en tan poquitos capítulos.
La historia se centra en la vida de dos amigas adolescentes, llamadas Madoka y Sayaka, que un buen día se topan con una extraña criatura (parecida a un gato blanco) que se llama Kyubey. El micho este les dice que les puede conceder el deseo que se les antoje, cualquier cosa, a cambio de que se conviertan en niñas mágicas que luchan contra brujas. Mucha más información que esa no les da, pero como en otro momento logran ver lo que convertirse en niña mágica le provoca a otra chica que conocen (y a la cual le toman cariño rápidamente); no se terminan de convencer de que todo sea tan fácil como Kyubey se los pinta. Y lo bien que hacen.
La historia tiene más complicaciones, porque no es soplar y hacer botellas: ser una niña mágica trae consecuencias que no son siempre positivas. Es más, sacaría el "siempre", pero quisiera escribir esto sin spoilear nada. Y la realidad es que uno se sienta a ver la serie pensando que se trata de pibitas que, de pronto, pintan una magia loca y salvan al mundo. Algo tan simple como eso, tan normal en muchos animés del estilo, es lo que uno cree que está pasando. No sospechás más en un principio. Pero nada más lejos de lo que es. Es decir, sí, hay que salvar al mundo, hay magia, hay trajecitos locos (por suerte no son de marinerita, jeje), hay lágrimas, hay amistad. PERO QUÉ AMISTAD SEÑORES.
Me sorprendió el poder que tiene la historia, las vueltas, lo mucho que se tuerce lo que uno cree que está sucediendo y ese final épico, maravilloso, que me dejó con la cara llena de lágrimas.
Es una serie para tener muy en cuenta y no dejarla pasar. Y encima hay tres películas, las primeras dos resumen la historia y la última la continúa; y leí por ahí que son buenísimas.


Ay Madoka, perdón por ignorarte, no sabía lo que me perdía.

Y el ending es una cosa de locos, no deja de sonarme en la cabeza.

lunes, 2 de marzo de 2015

Finale

No soporto los geriátricos.
Mi trabajo me llevó estas últimas semanas hasta uno de ellos, tengo que dibujar el plano (enorme) del lugar y habilitarle unas habitaciones nuevas. Pero ya cuando estaba yendo se me iba arruinando el humor de a poco. No es la primera vez que tengo que visitar uno por motivos laborales, aunque debo decir que los anteriores eran literalmente unas cuevas para morir. Este, dentro de lo posible, no es tan alevoso. Pero no deja de ser un lugar triste.
Viejitos que gritan, que lloran, se quejan. Me tocó tener que pispear alguna que otra habitación o baño privado (para corroborar que el plano que yo tenía estaba relativamente bien hecho), y fue toparse con algunos rostros silenciosos, acostados en sus camas, mirando a la nada misma, como quien sólo espera irse. Una depresión total.
No digo que es fácil cuidar a una persona mayor, pero con lo que cobran lugares como este, creo que hubiera sido mejor dejar a esa persona en su casa con un cuidador. Y sale más barato. Si fuera que uno no tiene a nadie, no tiene hijos, nadie que te de una mano... pero, ¿cuántos de esos viejitos tienen la desgracia de estar solos? Verlos ahí en esas condiciones me parte al medio.
Uno llega a viejo... ¿para qué? ¿Para eso? ¿Para terminar siendo una carga que hay que sacarse de encima? Y no, no todos los que estaban ahí adentro estaban tan idos mentalmente como para depender al 100% de que alguien los esté cuidando las 24 horas del día. De hecho, la gran mayoría estaban bastante bien, y con más de uno crucé saludos.
A mí me da mucha pena, qué quieren que les diga. Definitivamente NO me gustan esos lugares.