viernes, 26 de julio de 2013

Animé

Si bien la reseña de este animé en particular la escribí en este otro lado, no puedo dejar de decir algo acá también.

Desde que recuerdo que disfruté series de este estilo, arrancando allá por mis dulces 10 años más o menos cuando miraba los "Caballeros del Zodíaco", y encima los tenía que grabar (¡en VHS!) para que mi hermano los viera al volver de la escuela. Él tenía en ese entonces 16 años, y es a quien le debo haber sido iniciada en el mundo del animé, aunque hoy en día lo supero con creces en cantidad de series vistas. Pero, harina de otro costal, la cuestión es que la culpa es suya. Y mucho le agradezco. Igual es un tarado (?).

Con el paso del tiempo he disfrutado de grandes series, aunque siempre mi amor fue por los Caballeros, algo que no ha cambiado. Es esa cosa del "primer amor", quizá luego vienen otros mejores pero es inevitable tener un cariño especial hacia él. Cuestión que hasta que me topé con esta nueva serie había disfrutado de muchas joyas, pero nunca sentí algo tan especial como con Full Metal Alchemist Brotherhood.

 
Los personajes principales son los hermanos Elric, dos jóvenes y grandes alquimistas, aunque uno de ellos es un alquimista estatal, esto quiere decir que es parte de la milicia. Éste es Edward Elric, conocido también como "el alquimista de acero". Es el mayor de estos dos hermanos que, tras romper con la regla de la alquimia en que se prohíbe la trasmutación humana, pierden partes de sus cuerpos (o el cuerpo completo, en el caso del menor), y están decididos a buscar la forma de recuperarlos. Pero claro que, con el correr de los episodios, más y más situaciones irán apareciendo, hasta que se da a conocer un enemigo en particular (con varios más que lo ayudan) que es, digamos, el GROSO de la serie. Porque antes de éste aparecen otros, pero las cosas irán cambiando. Es complicado resumir una serie que tiene tanto, porque no es solamente el tema de los alquimistas contra estos seres que quieren destruirlo todo. Están las peleas internas de los soldados. Están esos personajes que buscan venganza, que vienen de situaciones anteriores. Están los personajes secundarios, también con sus cosas. Están las historias paralelas. Está el pasado, que se explica en la serie, que involucra una situación un tanto complicada con la milicia. ¡Hay de todo!

 
Van Hohenheim, uno de mis favoritos
 
 
Mi "mala" preferida, Lust.
 

Algo que me llamó la atención en esta serie es que si bien los malos son malos y no hay con qué darle, a algunos les empezás a tomar cariño. Y se siente extraño, porque ¡son malos! ¡Te da culpa quererlos! Están ahí, los ves que matan miles de personas, pero en un cierto punto te encariñás con los guachos y como que hay un leve entendimiento. No es que compartís sus decisiones o los caminos que tomaron, simplemente que cuando empezás a conocer más su historia, o lo que piensan y sienten, como que las cosas toman sentido. No son los malos "que son malos porque sí", que podemos ver en cualquier lado (en la vida misma), creo que ahí está el tema. No es que se les ocurrió salir a matar gente. Todo tiene un motivo, y está todo tan bien explicado, que los querés. A algunos al menos. A otros los querés cagar bien a trompadas, tampoco la pavada.

 
La primer serie, del 2003, me había gustado mucho de por sí. Luego me enteré de la existencia de esta otra, que no es una segunda parte sino una especie de reinicio de la historia, basándose de manera más fiel en el manga de Hiromu Arakawa. Si bien los primeros capítulos los pude ver de corrido, en un punto de la serie se tornó ese "esperar una semana" (a veces más) y era desesperante, porque la mayoría de los episodios te dejan con ganas de más. Estos días mismo, que la volvimos a ver, nos agarraba la desesperación por poner el siguiente y nos hemos quedado despiertos hasta altas horas de la noche sólo por ver uno más. Y eso que ya la habíamos visto.
 


64 capítulos que me hicieron estar al borde del sillón en más de una ocasión, que me hicieron reír, y varios que me hicieron llorar. Sí, lo admito, lloré en varias oportunidades. ¡Que me emociono, carajo! Es tan fuerte la conexión que logré con estos personajes, que ahora que la volví a terminar de ver no sé que voy a hacer. ¿Cómo hice para seguir viendo animé después de la primera vez que la vi? Necesito un tiempo prudente de duelo, para asimilar esta maravilla que la vida me dejó disfrutar.

 
 
Hiromu Arakawa: GRACIAS por esta genialidad de la vida. Si alguna vez te veo por la calle, te juro que te abrazo. Por favor no llames a la policía, no soy una enferma mental, sólo una persona agradecida por haber tenido la oportunidad de disfrutar esta joya. 

miércoles, 24 de julio de 2013

Invierno

La rutina semanal de la vida de la persona que debe abandonar su hogar para dirigirse a donde le toca trabajar o realizar su actividad habitual, va cambiando con el clima.

Si bien en verano, al menos en Buenos Aires, uno ya sabe que en general tiene que salir lo más en pelotas posible a la calle, el invierno es un maldito engendro de satanás. Por ahí un día te cagaste de frío, y decidiste al otro día salir hasta con guantes y gorro de lana, y te los terminás metiendo en el orto en la mochila o la cartera porque no los podés usar del calor que hace. Pasamos por temperaturas de 20º a 8º, de un día a otro, sin ningún tipo de problema. Sí...el clima de Buenos Aires tiene problemitas. Es un chico especial. Es un rompe pelotas y rompe roperos, porque no te conviene guardar toda la ropa de una estación en particular, NUNCA.

Es engañador en todo sentido. En algunas casas pasa que nomás sacar la cara de abajo de las sábanas a la hora de levantarse, ya más o menos te das una idea de cómo viene la mano. Pero en mi caso, al menos en este último año, me pasa que el departamento donde vivimos no es tan frío y en general cuando nos despertamos no sentimos ese cachetazo invernal que nos advierte que algo está pasando afuera (a menos que sea un día de esos de grados bajo cero, no hay tu tía con esos).


Mi pelo siempre luce hermoso por las mañanas, soy la envidia de los peluqueros -de algún país de gente con problemas mentales-

Por estas razones, al menos en mi caso, a la rutina mañanera de todos los días le agrego un movimiento más que es la clave del éxito en cuanto a vestimenta. ¿Ver el pronóstico para el día? No señor. No es necesario. Mi táctica es abrir la ventana del living, alejándome lo más posible del chiflete, y sacar la mano y parte del brazo. Dependiendo del grado de congelación que mis pobres dedos sufran, mi mente más o menos elabora un plan de vestiduras, que varía de acuerdo a los distintos grados:


Esa sería una cara de "que chiflete, la puta que lo parió"

Grado 1: Está fresco, pero no es grave y hay posibilidades de que levante la temperatura después. Salimos con camperita y bufanda, y después algo abrigado pero no tan asesino como para safar mientras no baje el sol.
Grado 2: Hace frío, agregar algún abrigo más a lo anterior, con posibilidad de guantes para que los dedos no se nos caigan luego de congelarse. Meditar sobre la posibilidad de llevar un par de medias extra si laburan, como yo, en una casa que parece un iglú. 
Grado 3: Hace un frío de la re concha de la lora. Mínimo dos poleras, gorro de lana, medias mega power, guantes, y lo que te encuentres que sirva y que te entre abajo de la campera. También conocido como grado ROBOCOP.


El grado ROBOCOP es ese que te hace un poco difícil andar por la calle sin parecer un robot enorme, pero la satisfacción de no sentir el frío no te la saca nadie (de ahí la cara de alegría) (sí, tengo un gorro de perro con orejas). 

Posiblemente no sea lo más cómodo del mundo, y algunas personas se quejarán porque la ropa "los agranda", pero yo prefiero parecer una heladera con patas y no cagarme de frío en el intento. Eso sí, siempre buscando de antemano la forma de sentir la temperatura, porque te quiero ver metiendo todos esos bártulos en el bolsito después cuando se pase la fresca.

viernes, 19 de julio de 2013

Vocación

Admiro a las personas que saben desde pequeñas qué quieren ser de grandes, y lo consiguen, y todo sale como esperaban (bueno, al menos la parte de terminar bien la carrera y gustarles).

Desde que yo era chica, siempre supe que quería ser veterinaria. Me encantan los animales, soy de esas insoportables que van caminando por la calle y se paran a acariciar cuánto perro se me cruce por el camino (y gatos también, pero esos son más ariscos, vio), y me la paso mirando fotos de bichos en internet cuando estoy aburrida de trabajar o simplemente estoy al pedo y necesito algo que me saque una sonrisa. En fin: creo se entiende, me gustan mucho. Cuando terminé el secundario allá por el 2002 empecé el cbc, me costó un poco pero lo terminé, y arranqué la carrera. Debo admitir que no lo hice con el pie derecho, recursé unas cuantas materias, algunas más de una vez, terminé dando una libre para sacármela de encima, y no iba a buen ritmo en general. Pero el detonante fue cuando me anoté de voluntaria en una fundación no gubernamental que hacía castraciones y brindaba atención veterinaria en zonas carenciadas de la provincia de Buenos Aires.

De movida ver el estado de esos animales me perturbaba y siempre volvía a mi casa con una mezcla de odio a la gente y tristeza infinita por estos pobres bichos que no pueden hacer nada para defenderse por sí solos. Siempre veíamos algún caso muy extremo, tumores gigantescos, heridas llenas de gusanos, sarnas muy avanzadas, en fin, cosas que te sacan las ganas de vivir. Pero lo peor de todo llegó un día en que justamente yo estaba de ayudante de cirugía. Cursaba materias de segundo año (y una de tercero) y era muy buena experiencia laburar ahí. Ese día nos llegó, entre otras, una perra para castrar pero que ya de antemano se re notaba que estaba preñada. Política de la fundación: castrarla es mejor que hacerla tener cría y que terminen en la calle. Algo que yo NO compartía ni antes ni ahora, porque creo que con buenas intenciones y perseverancia un animal puede conseguir un hogar medianamente decente. Cuestión que ya todo me "olía" mal, sabía que iba a ser para quilombo pero acepté a ayudar lo mismo en la cirugía de esta perra.

Los cachorros estaban a pocos días de nacer. Mi papel era sostener el útero mientras la doctora lo sacaba, entre otras cosas. Creo que se imaginan el resto. ¿El destino de ese útero con esos pequeños animales? El tachito de basura de residuos patogénicos.

Ese día no pude parar de llorar, ni pude dormir. Lo único que sentía era una mezcla horrible de traición, de odio, de desesperación, de no saber qué hacer. Esa noche me di cuenta que yo no podía ser veterinaria, porque hay decisiones que iban a tener que ser tomadas que yo no iba a ser capaz de tomar. Iban a morirse animales en el consultorio, y yo ya sabía que no iba a soportarlo. Y pensándolo bastante bien los días que siguieron, así fue como terminé dejando la carrera con la que soñé desde chiquita.

Los años pasaron, hace 7 años que dejé, y no encontré nunca más mi vocación, si es que tengo otra, o si es que veterinaria nunca lo fue. Probé diferentes cosas, empecé turismo pero finalmente no duré ni un año, probé paisajismo pero el diseño no es lo mío. Por suerte con el título secundario y unos cursos que hice en el medio hoy en día tengo trabajo, pero no es lo que "quería" ser, ni de cerca.

¿Alguien logró ser lo que alguna vez soñó? He visto algunos casos, pero la verdad es que no sé si no es una fantasía de la niñez/adolescencia, y acá estoy todavía buscando mi "cosa" en este mundo. El año que viene quiero probar de estudiar traductorado, los idiomas siempre me han gustado y me llevo muy bien con el inglés. Pero hay un hueco en mi alma que me quedó del día que tuve que ayudar en ese aborto. Del día que me di cuenta que no iba a poder ser veterinaria y ayudar a las criaturas que más me gustan en esta vida.

Y todavía se siente feo, che.

lunes, 15 de julio de 2013

La maldición de la calza

Hace unos años me compré en un local de ropa de acá de mi barrio unas calzas de esas que algunas mujeres solemos ponernos debajo de las polleras, pero en no mucho tiempo se me empezaron a hacer pelota y se me rompieron todas en la zona de la "ingle", un lugar maldito por los dioses en donde las personas que somos de tener piernas juntas rompemos toda la ropa (calzas, jeans, etc) después de un tiempo de uso. Estoy acostumbrada a que me pase, pero digamos que no me duraron mucho, así que en ese entonces opté por ir al negocio a decirle a la que me vendió (una mujer que lleva MUCHOS años en el mismo negocio de ropa en este barrio, donde entre otras mi vieja vive comprando), a ver qué onda con sus calzas.

Cuando fui a hablar con ella, su justificación fue (y estoy citando casi textuales sus palabras): "No sé por qué se te rompieron las calzas. Sinceramente no suelo tener clientas gordas".

Más allá de que esta señora es una reverenda hija de mil puta persona sin tacto alguno, no puedo hacerme la ofendida diciendo algo como "y yo no estaba gorda" porque le estaría mintiendo. Estaba gorda, sí. Pero no hacía falta esa respuesta, sinceramente. Una cosa no hace a la otra. Que tu ropa sea una cagada que no dura nada no es mi culpa, por más que yo tenga ese problema.

Desde ese momento me juré que nunca más pisaría el local de esta mierda de persona, pasara lo que pasara, donde además tampoco es que tiene la mejor ropa de la zona. Es barata (dentro de todo) pero no es la muerte de nadie.

La semana pasada estaba buscando un regalo para mi suegro y vi en el negocio de esta enferma, desde la calle, unos sweaters que estaban buenísimos y no eran para nada caros. Como yo no le quiero pisar, le pedí a mi vieja que me acompañara a comprarlo. Obvio, "que boluda" pensarán ustedes, porque si tanto la desprecio no debería comprarle, pero la verdad es que la economía pesa y tampoco me iba a dejar robar pagando el doble por un sweater que ahí estaba a buen precio. En fin, cuestión que voy con mi vieja y es tanta mi mala suerte que la que sale a atenderla es esta reventada. Me alejo de la vidriera y me quedo casi en la vereda esperando que mi vieja lo compre, cuando la escucho que le dice: "Ayyy pero qué hizo tu hija, está re flaca, blablabla"

Acto seguido me mira a mi y me dice: "Cuánto adelgazaste?" poniendo cara de copada, y con mi mejor (¡pero la mejor!) cara de orto le dije, mirándola a los ojos: "LA VERDAD QUE NO SÉ", y me fui.

No es que yo soy una loca bárbara y le tiré la mejor respuesta del mundo, no es por eso que lo cuento, pero esta mina me genera repulsión. Más allá de que alguna vez me haya dicho esa burrada que nunca me voy a olvidar, esté gorda o no esté gorda, me da bronca la mala actitud de las personas, especialmente cuando se dedican al negocio de la ropa. Yo no me rompí el orto para bajar de peso para después ir a sonreirle a alguien que en su momento me bloqueó con su comentario por mi peso en ese entonces. No. Lo hice por mi, porque ya no me sentía bien, y porque siempre fue algo que me molestó de mi vida. Así que si estás esperando que después de ciertas cosas vaya y abrace tu comentario y me suba el autoestima, podés esperar sentada, pendevieja asquerosa, teñida y ridícula.

Si no tienen tacto para tratar con gente, no se dediquen a negocios que involucran a las personas. O por lo menos aprendan a guardar su mierda adentro y ponerle sonrisa a los demás, caso contrario, dedíquense a otra cosa porque se van a cagar de hambre. O van a perder clientes.

viernes, 12 de julio de 2013

Cinefilismo

Ir al cine es una de las salidas que más disfruto, con amigos, con mi novio, sola, como sea: es algo que me encanta. Ver películas nuevas o reestrenadas en pantalla gigante, volumen bien fuerte, butacas cómodas, tal vez algún pochoclo o algo así rico para acompañar y simplemente disfrutar un buen rato de buenas películas.

Pero tiene la contra más jodida de la vida: LA GENTE.


La gente que va al cine, en general, es impresentable. He visto de todo, y tengo algunas anécdotas de esas que son raras de encontrar, como la vez que fui con una amiga y había una boluda hablando durante TODA la película, a la que al terminar la increpamos y medio que la cagamos a pedos, y toda su explicación fue: "Pero él es ciego, se la tengo que leer". No me tilden de atrevida, racista o nazi (ni nada raro por favor), pero la verdad es que hay un momento y un lugar para cada cosa, y honestamente ese no era ni una cosa ni la otra. O una vez que un viejo (CREO que era mientras miraba "El Rey Arturo", pero no recuerdo bien) le contaba a la vieja con la que estaba toda la historia, pero la verdadera, sobre la trama de la película.

Desde haber visto una peli en la misma sala y el mismo momento que el "fansclub" de los libros de "Los juegos del hambre" (GRAVE ERROR), a ver bebés en el cine que sólo se dedican a llorar todo el tiempo, soy una colección de malas experiencias cinéfilas que de a poquito me van obligando a hacer ciertas cosas para intentar evitarlas, como ser no ir al cine en fines de semana, o evitar ciertos lugares donde sé que moran los peorcitos (como el Shopping de Devoto).

Gente que mastica pochoclo exageradamente, gente que habla sin parar, gente que se ríe de cualquier cosa en cualquier momento, gente que anda con el celular y publicando en facebook o charlando por whatsapp sin poder esperar a hacerlo cuando sale, gente que se pelea adentro de la sala a viva voz, grupitos de adolescentes que hacen un quilombo bárbaro, y la que me tocó ayer: un nene que tenía a mi lado que se la pasó tirándose pedos TODA la película.

Ir al cine es un placer, sí...pero estaría mejor que no hubiera gente en las salas. He dicho.

miércoles, 10 de julio de 2013

Literario

Cuando vi la película a principio de año quedé realmente fascinada, pero el libro se agotó enseguida. Hace poco volví a encontrármelo en una librería y no pude evitar traérmelo a casa.

Cloud Atlas (o "El atlas de las nubes" en castellano) es un viaje a un entretejido de historias que van cambiando de tiempo y de personajes, pero algunas cosas se mantienen. Muy a lo "reencarnación del alma", en las distintas historias que iremos leyendo encontraremos señales repetidas que nos muestran personajes que reaparecen, quizá en distintos cuerpos, quizá en distintos sexos cada vez, pero ahí están. Los déjà vu's tienen una explicación entre estas páginas: recordar algo que sentís que ya conocés, porque lo viviste en una vida anterior.

El libro está realmente muy bien contado, es atrapante, no todos los capítulos están escritos de la misma forma: uno es tipo un rejunte de cartas, otro es un diario íntimo, otro es una entrevista, y así. Y en todos vas encontrando la "cosita" que los va uniendo, empezando desde muchos años atrás a un futuro donde la humanidad ya ni es lo que es ahora.

Amores y desamores, justicias e injusticias, traiciones y reencuentros, en fin, todo esto lo vamos a encontrar en las casi 600 páginas de este pedazo de libro que recomiendo muchísimo.

Y la película es absolutamente igual. Al que no la vio le recomendaría que se deje llevar por la magia de la lectura antes, porque la verdad es una de las mejores adaptaciones que he visto en el cine. Y leerlo sin haber visto la película debe ser todavía más mágico aun.

Una frase:
"El tiempo es lo que impide que toda la historia ocurra de golpe; el tiempo es la velocidad a la que desaparece el pasado"

lunes, 8 de julio de 2013

A place called home

El mes que viene se cumple 1 año desde que convivo con mi novio (sin padres de por medio), alquilando un departamento muy bonito de dos ambientes. El tema es que acá (en Buenos Aires al menos, no sé como será en otros lados) el segundo año de contrato de alquiler aumenta, en general un 20% (con suerte, a veces 25/30%) sobre el valor del primer año, y como las expensas también decidieron aumentar copiosamente desde que vivimos acá, empezamos a buscar otras opciones.

Lo malo de mudarse -de nuevo- es que para entrar en un departamento te arrancan la cabeza. Mínimamente son 4 meses, entre el depósito, el mes adelantado y los honorarios de la inmobiliaria (a menos que tengas la suerte de conseguir por dueño directo), y a esto a veces hay que sumar impuestos y las firmas ante escribano para el contrato, y demás. Resumiendo: se te va fácil la mitad de la plata que pudiste haber ahorrado en un largo período de tiempo.

Y lo peor de todo, es volver a lidiar con los avisos.

Fotos que muestran cosas que no son, precios desorbitados, y pequeñeces que te terminan hartando.

Uno de los que fuimos a ver, fue uno que nos recomendó una inmobiliaria que llamé preguntando por otro que ya estaba reservado. Ya ir a ver algo de lo que no viste fotos, es complicado. Pero, el precio del alquiler nos dio a entender que sería un lugar medianamente pasable, además que por teléfono nos dijeron "está en buen estado". La primer mentira de todas. El lugar era viejo, despintado, con manchas de humedad gigantes, el baño todo manchado de sarro (hasta en la bañera), un desastre de principio a fin. La terraza estaba llena de agujeros (por los que se filtraba la humedad que se veía en los techos de abajo), y encima nos dijeron que en medio año vendrían unos obreros a construir una habitación más ahí. "Pero serán 10 días nomás, no creo que los molesten". No, si a mi me encantaría tener la casa hecha un quilombo por meter una habitación más, tranquilo eh.

Otro era una especie de casa refaccionada dividida en varios departamentos. Aprovechando que había tres libres los vimos todos. El que tenía lindo el baño, tenía un living del tamaño de una caja de zapatos, y no tenía horno (estoy maravillada, es la primera vez que veo departamentos reciclados a nuevo que no tienen horno). El que tenía horno y todo, tenía el baño del tiempo del ñaupa, con sarro y todo lo de siempre. Y el que tenía un living enorme con hogar a leña inclusive, tenía todas las ventanas dando al techo de la gomería de al lado, donde cientos de distintos objetos de dudosa procedencia se oxidaban al aire libre (no me quedé lo suficiente como para verificar si en efecto también habría ratas). Ah, este tampoco tenía horno. ¿La gente tiene hornos abajo del brazo cuando se está por mudar? Misterio.

Al final, de tanto ver avisos, tanto llamar, tantas fotos que te tiran abajo y otros tantos lugares que fuimos a ver, notamos que no hay nada en precios razonables que sea por lo menos parecido a este donde estamos alquilando ahora.

¿Moraleja? Y bueno, nos aumentan el alquiler el mes que viene, pero es lindo el departamento podrido este. Nos apretaremos un poco, gastaremos un poco menos (o ahorraremos menos mensualmente), pero por el momento en este lugar encontramos un sitio al que llamar "hogar" que no pudimos ver en todos los otros que anduvimos mirando.

Hasta que aparezca otra cosa, querido departamentito, seguirás siendo nuestra cucha.


Mi parte favorita del departamento :B

lunes, 1 de julio de 2013

Iguazú ~ Junio 2013


¡Hola a todos! Aquí de nuevo les traigo mis aventuras viajeras, esta vez un viajecito express de tres días por el litoral argentino, para conocer por fin las Cataratas del Iguazú.

La verdad es que estábamos un poco preocupados con la Zoqueta por todo esto que estaban dando los noticieros del lío que hubo en Iguazú por las terribles lluvias y la subida del río, que hicieron que el caudal de las cataratas aumente copiosamente y parecía que era tierra de nadie, pero como siempre: ¡nada que ver! Lo único que tuvimos que posponer un poco fue la "Garganta del Diablo", famoso salto que parece que es increíble, pero quedará para una próxima vez. Lo demás: hicimos todo lo planificado. ¡Buenísimo!



Una de las primeras cosas que siempre pruebo en los hoteles son las camas, si no son mulliditas duermo para la merda. Por suerte estas estaban muy bien, ¡dormí como un cerdo!





Acá mi primer contacto con las cataratas. Tenía un poco de miedo de resbalarme y que la corriente me lleve al carajo, pero por suerte no pasó nada. ¡Qué sería de la Zoqueta si a mi me pasara algo! Sus historias de viajes serían aburridísimas.


Luego de una buena caminata viene una buena comilona. En materia de precios no eran tan asesinos con la comida, o la yerba y los dulces. Pero andá a comprar una artesanía bien copada sin empeñar un órgano, dale, te quiero ver. ¡Y ni te cuento si se te ocurría comprar del lado brasilero!



Me cago en la Zoqueta hija de puta vegetariana, ¡ensalada tenía que comer!


Acá otra foto de ese hermoso lugar. Los pelitos me quedaron todos húmedos, por suerte no me quedó olor a pata encima. 

Además de visitar las dos cataratas fuimos al "Parque de las Aves", un lugar muy lindo que está lleno de bicharracos, más que nada de loros y sus derivados (?). No me animé a salir de la mochila porque los hijos de puta esos andaban medio sueltos, y ya tengo malas experiencias con el loro en la casa de la mamá de la Zoqueta: ¡Me picoteó la nariz una vez! Ante la duda, me quedé escondido. Los pájaros y yo no nos llevamos bien.
Tampoco me animé a salir cuando la loca de mierda esta hizo tirolesa a 20 metros de altura entre los árboles de la selva, tiene un pedo en la cabeza, miren si me caía y me partía el upite. ¡Con el upite tan lindo y tiernecito que tengo!


Pero en materia de alcohol no podía no aparecer, así que la última noche decidí explorar yo también el "Icebar Iguazú" y mamarme un poquito. Es un bar hecho todo de hielo (hasta los vasos), que está a 10º bajo cero. Todos tenían frío, ¡qué manga de maricones! Yo me la banco porque soy de la Patagonia: soy un capo.


Acá tomándome un rico Bailey's


La verdad fueron 3 días geniales, conociendo un lugar nuevo y disfrutando un poco de naturaleza. ¡Sólo que mi pelito y yo con la humedad no nos llevamos nada bien! Suerte que en el hotel tenían secador de pelo y después de bañarme cada noche ya no parecía un esperpento.
¡Saludos y hasta la próxima vacación-aventura!