jueves, 12 de junio de 2014

Father issues

Mi relación con mi viejo siempre fue complicada. No compartimos nunca nada, no hubo buenos momentos, no tengo de esos recuerdos tipo película yanqui de sentarnos a tener una buena conversación o mirar una película en silencio. No hubo apoyo, ni consejos positivos, ni abrazos... nada. Cero en todo.
Toda mi adolescencia fue un intento de comprender qué era lo que yo hacía mal para merecer ese padre ausente que tenía ante mí. Que cada vez que pudo me dijo cosas que, lamentablemente, jamás voy a olvidar. Que jamás dijo nada bueno que perdurase en el tiempo. Al principio intenté conectarme, hasta fui su "hija futbolera", ya que lo único que hacíamos juntos realmente era ir a la cancha a ver a independiente. Ahora que lo pienso... creo que eso también aportó a mi actual odio por los 11 gansos persiguiendo a la pelotita. Pero no me quiero ir por las ramas.
Con los años mi intento de querer entender se transformó en odio. Sí, lo odié, muchas veces lo odié. Pasé de querer ser su hija a detestar la forma en que me respondía, en que me decía las cosas. Nunca fue agresivo físicamente, pero sí es un maestro del herir con palabras. Sabe exactamente qué decirte que te va a dejar destrozado en segundos. Y si sos débil como yo... ni te cuento.
Pasó el tiempo, me mudé, y las cosas cambiaron. A pesar de que sigo viéndolo todos los días porque trabajamos juntos, ya no es lo mismo. Yo tengo un espacio, mi espacio, y soy feliz en él. Ya no escucho todas las cosas que me molestaban: el tango a las 6 de la mañana, los gritos, las peleas, los reproches, y tantas cosas más.

Hace dos días papá empezó con un tratamiento de un mes, de rayos, para intentar que su cáncer maligno de próstata no se esparza por el resto de su cuerpo. Este hombre, que siempre pareció tan jovial y que tan poco aparentó la edad que realmente tiene (cumple 82 en noviembre), en pocos meses envejeció lo que nunca en años. Está achacado, viejo, gris, apagado, triste. ¿Será por el cáncer? ¿Será que, de pronto, siente a la muerte más cerca? Porque es verdad que todos vamos a morir, pero una cosa es saber que algún día te vas a ir, y otra es de pronto caer en la cuenta que tu cuenta años ya no marca una línea (aunque nunca es fija) que mira bien lejos a futuro.

Y este señor, este viejo, que en algún momento tanta bronca me dio, al que quise comprender, al que más de una vez quise meterle una cachetada enorme en el medio de la cara, me está destrozando el corazón. Por supuesto, siempre supe que me iba a poner triste, a pesar de todo es mi viejo. Pero verlo así, sentirlo así... es ir a su casa y volver con una sensación de tristeza tremenda. De pronto siento que un día no va a estar más, y me va a quedar un vacío gigante adentro. Un vacío que no voy a poder llenar con nada, y que no puedo remediar, porque son cosas que la vida simplemente decidió no darme.

Llegan esos momentos que uno no está preparado para aceptar. Quizá todavía le falte, ojalá así sea y que no sean años de estar postrado y envejeciendo lastimosamente. Pero sí sé que son momentos reales, más reales que antes, y no sé bien cómo reaccionar a esto. Me siento rara. Y no me gusta.

Estúpido cáncer. Parece que te gusta mi familia, ya que nos visitás bastante seguido.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es que a pesar de todo es tu padre y como dices se siente feo de verlo enfermo, animo. No se que mas decir

Zeithgeist dijo...

Es una reacción común, supongo q mas q todo porque siempre lo viste fuerte e impacta verlo ahora tan débil y vapuleado. No sabes como te entiendo... Mi viejo tambien es un tipo difícil, mucho, y aun asi, ahora que sé que el corazón le anda como el orto, vivo temiendo esa llamada... Fuerza!