¡Hola a todos! He vuelto, y no en forma de fichas.
Para los que no me recuerdan o aun no me conocen mi nombre es
Vendetta, soy un siberianito nacido en el partido de Avellaneda (
mis padres eran de la Patagonia) y hace unos 5 años vivo con la Zoqueta a quien llamo, dulcemente, mi "medio de transporte vacacional".
En esta oportunidad, decidimos irnos para El Chaltén, en la provincia de Santa Cruz, Argentina. Por suerte la desgraciada esta vez no me olvidó, porque tiene la costumbre de preparar todos sus bártulos y olvidarse lo más importante:
A MI. Ya me perdí como dos viajes, pero esta vez me puse las pilas y directamente me metí en la mochila antes que ella se diera cuenta. ¡Tomá de acá, guacha podrida!
Acá estoy en el avión, por suerte me tocó ventanilla. Aunque con la turbulencia que hubo cuando empezamos a bajar en el aeropuerto de Calafate, lo único que quería era gomitar en la bolsita.
El Chaltén es un pueblo que está a unos 220 km más o menos de la ciudad del Calafate, al que se puede llegar por micro o traffic desde la ciudad. El pueblo en sí no es muy grande aunque tiene casi todo lo necesario para vivir (yo le mandaría alguna biblioteca y una veterinaria, porque si me pasaba algo me tenían que llevar al Calafate!). Hay muchas opciones de hospedaje y distintos precios, nosotros decidimos ir a un hostel lo cual fue una buena idea al final porque conocimos mucha gente loca como uno mismo. ¡Hasta un chico de Israel que preparaba un té de menta muy rico!
Las camas del hostel eran demasiado cómodas.
Para ir al Chaltén hay que mentalizarse que lo que uno va a terminar haciendo todo el tiempo es caminar, caminar y caminar. Por algo le dicen "la capital nacional del trekking". Hay muchos senderos de distintas dificultades y de distintas extensiones (hay desde miradores a los que se llega en una horita como lugares que necesitan unas 4, 5 horas de caminata), así que hay para entretenerse. Lo que sí, después de la primer caminata de 7 horas en total terminé a diclofenac y átomo desinflamante. Oh, dios bendiga la farmacia del pueblo.
Acá estoy con el lago Viedma de fondo, después de caminar sobre el glaciar unas 3 horitas. ¡Había mucho viento y se me volaba el bonete!
Acá estoy en la laguna Torre. Una caminata bastante larguita para llegar, pero valió la pena. Lo que sí, me congelé las bolitas.
¡Flor de siesta me pegué!
Acá estoy en el "Chorrillo del Salto", una de esas caminatas que están cerca del pueblo y se pueden hacer un día de mucha fiaca. Ideal para ir a tomar unos mates. Lo que sí: hay que aguantarse la cantidad de turitstas. Como es fácil, va medio mundo.
Extrañaba mucho los bosques patagónicos, aunque me costó bajar del arbolito este. Zoqueta desgraciada, ¡me colgó como si fuera un banderín!
En resumen, fueron 9 días de extremo descanso, mucha lectura (casi dos libros terminados), mucho ejercicio y los pulmones llenos de aire limpio. De hecho, uno acostumbrado a vivir en la ciudad de Buenos Aires, cuando empieza a hacer esas caminatas en subida empieza a sentir como que se le cierran los bronquios. No hubiera sido tan mala idea llevar un "chuf" tipo de asmático, debo decir.
¡Un lugar muy hermoso y recomendable para ir a descansar y volver con unos gemelos y cuadriceps de acero!
¡Hasta la próxima vacación-aventura!