domingo, 12 de julio de 2015

I heart you

Hace casi 4 años que Atena no vive en este plano. Todavía de vez en cuando la siento, en algún vientito, en algún movimiento en la casa de mis viejos. Su recuerdo está intacto en mi memoria, va a formar parte de mí para siempre.


Cuando la cremamos, enterré sus cenizas abajo de estos arbustos (unas Abelias). En ese sector, antes que arreglaran la plaza, solían jugar a la pelota los chicos. Mirarlos (o mirar fijamente la pelota, más bien) era una de sus actividades favoritas cuando íbamos a pasear. Me pareció el lugar más indicado para ella y, por suerte, con la renovación no tocaron esos arbustos. Lo único que ahora tienen extra es una buena cantidad de césped, algo que también disfrutaba mucho.

No estoy muy a favor de enterrar a alguien en un cementerio, siempre pensé que no hace falta una excusa para recordar a alguien ni un sitio específico para ir a dejarle algo. Es como que los siento impersonales, no significan nada, simplemente es un lugar diseñado con ese fin. Pero este espacio que elegimos para ella me parece perfecto, y aunque no necesito una excusa para recordarla (porque la recuerdo siempre), es inevitable pasar por ahí y no recordarla. Ahora que es invierno sólo caen hojitas, pero para cuando llega la primavera y la Pezuña de vaca vuelve a florecer, aprovecho esas hermosas flores que caen casi intactas al suelo y le llevo alguna. 

Será extraño y difícil de explicar, pero cada vez que paso por ahí, se me quiere piantar un lagrimón. Como si una pequeña parte de su presencia hubiera quedado flotando ahí mismo, esperando ver alguna pelotita.

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