viernes, 6 de septiembre de 2013

Time to say goodbye

Mi abuelo y yo no tuvimos la típica relación abuelo/nieta que se ve en las películas, ni cerca. No porque él haya sido una mala persona ni nada por el estilo, simplemente que las circunstancias de la vida nos tenían un tanto lejos. Así y todo, era mi abuelo, y yo lo quería mucho. Es el único abuelo del que tengo algún recuerdo, ya que los papás de mi viejo murieron hace tiempo. Mi abuelo paterno murió cuando yo era muy pequeña y sólo tengo uno o dos flashes de él guardados en mi memoria.

Mis abuelos maternos vivieron gran parte de su vida allá donde nacieron y habían vivido toda su vida, en Montevideo. La mayoría de mis vacaciones de infancia consistieron en ir a esa casa donde tenía varias amistades. Esos viajes siempre me gustaron mucho, no sólo porque siempre adoré irme de vacaciones, sino porque visitar a mis abuelos siempre me gustó mucho. La casa era muy bonita, llena de plantas, tenía un huerto en el frente donde hasta había una planta enorme de zapallos que en verano se llenaba de vaquitas de san antonio y otros bichitos igual de lindos. Recuerdo que la habitación donde dormíamos con mi hermano cuando íbamos de visita tenía camas cuchetas, yo dormía arriba pero con esas maderas que te traban porque si mal no recuerdo, una vez me caí. Nos encantaba ir de compras a un hipermercado que tenía muchos juguetes, en uno de esos viajes me acuerdo que me regalaron un juego de mesa de "La Sirenita". Estaba re bueno ese juego.

El viejo siempre fue un tanto loquito, pero para bien. Le gustaba gritar cuando iba al supermercado, cosa que la ponía re loca a mi abuela, pero a mi me causaba mucha gracia. A veces le seguía la corriente y me ponía a hacer ruidos yo también. En los colectivos, se ponía a hablar sólo o con otras personas en un idioma que se le ocurría en el momento, para sorpresa de sus acompañantes de asiento, que se lo quedaban mirando como creyendo que el tipo se había escapado de algún manicomio. Con el correr de los años y cuando mi vieja empezó a ver que la salud ya no era la de siempre, decidieron venirse a vivir a Buenos Aires, para que los tenga ella más cerca por si necesitaban algo. Atrás quedaron esos viajes, y supongo que eso también influyó en su salud, pues a pesar de las buenas intenciones de mamá creo que siempre se extraña el lugar donde uno ha crecido. A pesar de que acá estaban bien, sé que siempre extrañó su lugar. Pero encontró cosas que le gustaban hacer. Tenía un banco de la plaza que queda acá cerquita ya prácticamente reservado para él, donde adoraba ir después de comer a tirarle pancito y maíz a las palomas y cotorritas. Y también le gustaba mucho jugar al truco, actividad que hacía todos los días en un centro de jubilados del barrio, hasta que ya no pudo ir más.

Lamentaré siempre que sus últimos días no hayan sido tranquilos como él se merecía. Su salud desmejoró muchísimo y pasó casi tres semanas internado en un sanatorio, donde se iba deteriorando de a poquito. Pero sí me quedo tranquila de que se fue mientras dormía, con ayuda de algunos calmantes, así que sé que no sufrió en sus últimos minutos.

Me gusta creer que va a ir a un lugar lleno de verde, donde siempre sale el sol, lleno de pajaritos y cotorritas a los que darles miguitas de pan cada día. También voy a mentalizarme en que mi perrita Atena lo va a ir a buscar para acostarse a sus pies, algo que le gustaba mucho cuando él venía de visita. Mi perra lo quería mucho, y sé que él la quería mucho también.


Un abrazo, viejito. Espero que llegues pronto a ese lugar tan bonito donde te merecés estar.

3 comentarios:

Akira-san dijo...

Que lindo que hayas podido abrigar esos emotivos momentos en el corazón.

Un abrazo grande. Y fuerza.

Ana O'Reilly dijo...

Que lindo homenaje :)

Mat0 dijo...

<3