sábado, 22 de junio de 2013

Palazo a la infancia

Recuerdo que una de las cosas que más me gustaban de diciembre era la supuesta llegada de Papá Noel. En casa mis padres tenían esa costumbre de poner los regalos una vez que nos íbamos a dormir, y al otro día mi hermano y yo nos encontrábamos con los paquetitos al pie del árbol. Una de las navidades que más recuerdo fue una en que me regalaron la casita de Pinypon, y a mi hermano una torreta de Rambo que medía como 1 metro y estaba buenísima (sí, siempre fui medio marimacho. Obvio que jugué con la torreta).


¡¡Era esta!! Cuántos lindos recuerdos, parfavaaar.

La cuestión es que no recuerdo bien cómo empezó esta cosa de creer en el barbudo, pero era una felicidad enorme saber que llegaba. Otra cosa que me viene a la mente es un flasheo que tuvimos una vuelta con mi mejor amiga de la infancia, estábamos en su casa y de pronto decíamos que "podíamos escuchar el trineo de papá noel con sus renos". Hoy me acuerdo y pienso que éramos dos pelonchas, pero la verdad es que tengo la sensación de haberlo sentido.

Lo que sí recuerdo es cómo terminó esta ilusión, con alguna que otra.

Como mis viejos trabajaban todo el día, cuando empecé segundo grado tuvieron la recontra de mierda gran idea de cambiarme de escuela, a una de esas privadas de monjitas y otros adminículos católicos. Con mis escasos siete años, de pronto me encuentro en un lugar mucho más grande, más lejos de casa y con muchísima gente que no conocía. En eso, en las primeras semanas de clase, recuerdo claramente a una compañerita que se llamaba Eva (ahora que analizo el nombre resulta bastante irónico) que se me acerca y me dice:

Eva: "¿Vos crees en Papá Noel?"
Zoqueta: "Sí"
E: "Papá Noel son los padres"
Z: *cara de me estás arruinando la infancia*
E: "Y los nenes tampoco nacen de un repollo ni los trae la cigüeña. Tus papás hacen el amor"
Z: *cara de mi infancia quedó oficialmente arruinada*

No sé por qué estos días me venía acordando de ese momento clave en que parte de mi inocencia se fue al retrete, con las palabras de esta maldita criatura llamada Eva. Quien, de hecho, con el correr de los años demostraría ser un engendro de Satanás. Pero, en fin, hay cosas que no se van de la memoria, y el día que me dijeron que el barbudo no existía y que en algún momento podría tener la mala suerte de interrumpir a mis padres haciendo la chanchada, fue un día que jamás voy a olvidar.

PD: Finalmente llegó ese día en que interrumpí a mis padres. Ay yo y mis ganas de vomitar esa madrugada...qué inoportuna.

2 comentarios:

Mr. Popo dijo...

Maldito arbol del conocimiento! :P

(Yo una vez descubierto el secreto me convertí en complice de la conspiracion navideña)

Mat0 dijo...

Jaja qué gracioso. Una genia Eva!. Na, igualmente, no vamos a dejar de lado que era una conchuda esa nena... pero yo no sé qué se les pasa por la cabeza a nuestros padres. Decir semejante chamuyo como papá noel y esperar que los nenes no nos digan la verdad en la escuela, es esperar mucho. Creo que tendrían que ser ellos mismos que a sabiendas que puede ser algo duro de aprender, tendrían que decirnos la verdad. Qué sé yo, cuando tenga hijos veré, jaja.
Lo copado es que de grande aprendes que hay otro barbudo que tampoco existe y esa en vez de ser una experiencia traumatizante o triste, es una experiencia gratificante y liberadora.
Para pensar :)
Besos