jueves, 14 de febrero de 2013

Los después de las vacaciones

Es difícil retomar la rutina después de haber estado unos días afuera. Pero no solamente por el hecho de la fiaca en sí que provoca el tener que VOLVER a sentarse detrás de una computadora (en mi caso al menos) para pasar horas haciendo algo poco divertido, si no por los otros factores que uno absorbe desmesuradamente cuando se va de viaje. Especialmente si es a un lugar lleno de verde, alejado de las grandes ciudades.

El aire limpio, la gente que es más amable, el ritmo de vida que siempre es diferente. La tranquilidad de caminar por la calle y no escuchar los colectivos, no hay bocinazos, no suenan alarmas. La gente te dice "buen día" en todos lados, hasta cuando estás caminando en el medio de la montaña y te encontrás con otro que está en la misma situación de vos. Si tenés suerte, hasta quizá te lo dicen en su propio idioma, y vos sonreís como un idiota porque un japonesito re dulce te dice "Konnichiwa" y "Arigato" cuando lo dejás pasar. Anochece más tarde y amanece tempranito, y el aire de la mañana siempre es fresco, bien fresco.

Sabía que estas cosas las iba a extrañar cuando volviera a Buenos Aires, pero una buena señora en el avión de vuelta a esta ciudad me hizo recordar lo asquerosos que son sus habitantes. Se paró en el medio del pasillo (cuando recién estábamos empezando a subir), y se tomó su tiempo, tranquila, para acomodar el equipaje arriba. Tras lo que pareció una eternidad, mi amiga finalmente decide pasarle por atrás y pegarle, de paso, un empujoncito poco disimulado con su mochila.

Señora: "Tendrías que sacarte la mochila queridita, y llevara en la mano" (ese "queridita" de las viejas me satura), le dice a mi amiga desde atrás.
Zoqueta: "Y usted tendría que tardar menos y correrse del pasillo, SEÑORA"

Antes de esto vimos como la vieja desagradable se robaba sin vergüenza un par de almohadas del sector de primera clase. Esta señora, con su mala onda, su cara de culo arrugada y su arrogancia en cada paso que daba (¡Después en Buenos Aires se puso a romper las pelotas en el baño del aeropuerto porque decía que la gente tardaba mucho en salir!) me bajó de un hondazo a la realidad y me recordó a donde estaba volviendo. Estaba volviendo a Buenos Aires. Donde nadie te dice "buen día", y si vos lo decís probablemente te quedes esperando como idiota para que te respondan, y si alguien te responda tenés que jugar al quini, mínimo. Donde no hay aire limpio, el ritmo de vida es atropellado, y si vas a cruzar la calle los autos no te dejan pasar ni en pedo. Hasta el japonesito que ves en la calle con su cámara de fotos no te va a dar pelota, porque estás en la ciudad. Acá no hay "Konnichiwa" que valga.

Todavía me duran algunas pequeñas costumbres de mi paso por el interior del país, y el otro día me encontré saludando a la gente de los puestitos del Barrio Chino, cuando fui de paseo por el año nuevo. Pero ya me siento cansada, ya no soporto la temperatura, y el ruido de esta ciudad me aturde. La humedad me empaña los pulmones, y la cantidad de gente me da herpes en los ojos.

Creo que el cuerpo me está avisando que en algún momento sería una buena idea migrar de Buenos Aires hacia otros lados más amables. Por lo pronto, me conformo con tener la chance de desenchufarme de tanto en tanto, y extrañar un poco mucho cuando me toca volver.

1 comentario:

Drielari dijo...

Acabo de darme cuenta de la ironía viejística... Primero tardo ella en correrse del maldito pasillo del avión, y después, la muy caradura, se quejaba de que la gente tardaba en salir del baño!!! Que vieja puta, por dios... me arrepiento de no haberle dicho al señor asafato que la vieja se había choreado las dos almohadas ¬¬