lunes, 3 de noviembre de 2014

My doggie shape of a heart

Aun de vez en cuando me ataca una tristeza infinita, recordando el momento en que la vi partir.
Era mi mejor amiga, mi compañera, mi familia. La peludita que estaba siempre a mi lado mientras estudiaba o en reuniones de amigos.
Ya pasaron 3 años de su partida y siento que fue ayer que me dolía incluso irme a cursar temiendo regresar a casa y que ella ya no esté. Que, contra los deseos de mi viejo (porque él es de la vieja escuela, de esa donde el perro "se cría afuera"), mudé su colchoncito al lado de mi cama para tenerla cerca todas las noches y vigilar que no dejara de respirar. Que esa enfermedad espantosa que acecha a tantos seres la haya debilitado de esa manera. Que pude estar presente en el momento en que su cuerpo dijo basta y decidió irse.
3 años y la extraño cada día, y de vez en cuando me asalta una pena que no puedo controlar.
Porque sí, es cierto y doy fe de que el tiempo cura todas las heridas. Pero esta no es una herida cualquiera. No es un mal de amores o una amistad terminada. No, esto es un hueco que me falta. Esto es un pedazo de corazón que jamás va a cerrar.


Te extraño tanto, mi ángel de 4 patas. Que raro se siente todavía todo sin tu presencia.

2 comentarios:

Zeithgeist dijo...

El único consuelo posible es saber q tuviste la oportunidad de tener un perro asi en tu vida. NO a muchos les pasa. NI siquiera a los q tienen perros.
Cheers! :)

Zoqueta dijo...

Cuando querés sos muy tierna, guacha!