¿La razón? Exceso de trabajo. Con el emprendimiento de pastelería se me ocurrió ofrecer unas promos de desayunos para el día de la madre (el domingo pasado acá en Argentina), y la respuesta de la gente fue fabulosa. Tuve muchos encargos, no puedo quejarme, me divertí muchísimo pintando bandejas, cocinando y armando paquetitos. A eso le sumo que tuve mucho trabajo de los trámites de siempre, y que la facultad este semestre viene bastante asesina y no me gusta descuidarla.
¿El resultado? Una cosa así:
Estoy cansada, mal dormida, ojerosa, pero realmente feliz. Feliz porque lo que me sale bien es algo que sale bien de mí, no dependo de nadie y es todo mi esfuerzo, y es un mimo a la autoestima. Me gusta que los clientes se sientan cómodos cuando voy a ver sus locales y les explico lo que necesitan; y me encanta cocinar y ver una respuesta positiva en la gente. Entregar los trabajos prácticos y ver que sigo sacando buenas notas, aunque llego raspando con el tiempo, y cada entrega es un pasito más cerca de la meta.
Está siendo un año muy productivo en este aspecto en particular. Hubo meses de bajón y poco trabajo, pero es la vida del freelance... siempre va a haber meses peorcitos. Por suerte se remontó y siento que mis esfuerzos valen. Lo único que me tira un poco abajo estos días es que no encuentro tiempo para leer, y no poder terminar los libros que estoy leyendo es un ultraje.
Eso sí... en donde tenga un buen rato para dormir como un tronco, me abrazo a la almohada y no me sacan más de mi cama.
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