Vi tanta propaganda por la película (estrenada la semana pasada en nuestro país) y un batallón de adolescentes fascinadas con esta historia, que la curiosidad pudo conmigo y cuando vi la pila de libros en la librería, tuve que traerme uno.
Estaba leyendo otra cosa, pero lo miraba de reojo, sabía que se acercaba el estreno de la película y me negaba a verla sin haberlo leído antes.
Tengo sentimientos encontrados.
Por un lado, odio este libro. Odio su historia. Odio que me haga llorar tanto, pensando en lo efímero de la vida de una persona enferma de cáncer. En lo corta y vapuleada que resulta, como si alguien desde algún lado se nos estuviera cagando de risa en la cara: "¡Te vas a morir y mal, idiota!". Odio que nos recuerde a los que algunas veces lloramos por nimiedades que se puede estar peor, y uno está ahí, triste por lo que leyó, dándose cuenta lo estúpido que puede ser (y que seguramente fue) estar tan triste por cosas tan simplonas. Odio que me recuerde a las personas, a los seres que perdí por esta enfermedad. Uno ya era mayor, ya estaba en ese momento de la vida en que todo debería ser tranquilo y el final debería ser descansado y ameno. El otro, aún joven, aún con posibilidades, no pudo más con su dolor y en un suspiro se terminó de alejar de este mundo.
Todos vamos a morir, lo sé. No le tengo miedo a la muerte. Pero algunas personas tienen la certeza mucho antes de lo que la estadística lo estipula. No me puedo poner en su lugar ni creo poder entender lo que es, de pronto, saber que tu reloj se va a detener. Saberlo. O no saber exactamente una fecha, pero que te tiren una línea de tiempo finita en la que puede pasar.
Por otro lado, me gustó. Este amor adolescente/adulto de dos chicos que están obligados a ver la vida de otra manera, porque crecen con una enfermedad que en cualquier momento se los lleva. Y sin embargo, no van por la vida lamentándose de que no van a durar lo estipulado, y no es que piensan "Oh, vamos a disfrutar la vida porque tenemos cáncer y es lo que hay que hacer". Simplemente viven, disfrutan, y en la medida de lo posible (pero con sus inevitables agregados) hacen lo que cualquier chico de su edad debería hacer. Que sin pedir permiso a nadie ni sentir más miedo que el de morirse mientras se estén amando, se entregan a unos sentimientos tan hermosos que es lamentable saber que no muchos seres humanos lo podrán sentir alguna vez.
Es una trágica historia de amor hermoso. Es la mejor descripción que se me ocurre. Y si bien hasta la página 70 más o menos no me estaba convenciendo, en parte porque no sé si es la forma de escribirlo que sonaba a "libro que se me ocurrió mientras estaba en el baño" o la horrible traducción al español, a la que le encontré decenas de errores, de pronto la historia empezó a contarse. Y la sentí, la lloré, la viví junto con ellos dos.
Historias de estas, donde los dos protagonistas (o uno de ellos) está enfermo, hay muchas. Casi todas son muy bonitas, o al menos te dejan con un dejo de esperanza al terminarla. Bajo la misma estrella es una de ellas, y nos recuerda (o nos quiere enseñar) lo lindo de quererse.
1 comentario:
Si, con eso de la película se vino una oleada de gente fanática del libro y me dio curiosidad como a ti pero no sabía si leerlo o si era otra moda de esas de hoy en día, igual le daré una oportunidad solo para no quedarme con una idea que puede o no ser equivocada
Saludos!!
Publicar un comentario