Un año como este, pero hace 20 años, mi cabeza era muy diferente a lo que es ahora. Maquinaba las cosas de distinta manera, reaccionaba siempre de forma negativa. Tenía 13 años, recién había terminado la escuela primaria —una de las peores experiencias que me tocó vivir en la vida— (aun hoy, lo sigo creyendo, 20 años después). No tenía amigos o si tenía, era una, que no lograba equilibrar una balanza que estaba completamente tirada hacia el lado malo de las cosas. Me sentía derrotada, inútil, incapaz de relacionarme con otras personas, perdida, ahogada, sola. Había perdido la voluntad de vivir.
Este 2017 se cumplen 20 años de mis pensamientos e intentos suicidas. ¿Por qué escribo esto? No sé, a lo mejor hay alguien ahí afuera leyéndome que pasa por algo parecido, o que le pasó. Me sorprendió leer algunos casos parecidos, de personas que «recordaban» sus años de pena viendo hoy sus momentos de felicidad, tan diferentes a lo que sentían antes. Y ahí me di cuenta que para mí habían pasado 20 años. VEINTE años. ¡Una vida! La depresión y ese estado de soledad total son cosas que juegan con tu cabeza de una manera muy jodida. Son cosas que nos van a marcar para siempre. No porque vamos a vivir eternamente en ese estado de «nube negra». Si tenemos «suerte» (o mejor dicho, si fabricamos nuestra propia suerte, porque no es algo automático) aprenderemos sobre lo que nos pasa y aprenderemos a salir adelante. Hoy creo que puedo decir que superé esa etapa de mi casi adolescencia. Me llevó tiempo, esfuerzo, dedicación, muchos tropiezos y unas cuantas lágrimas. Pero nunca me voy a olvidar de esos momentos porque me llevaron hasta la persona que soy hoy. Me forjaron. Armaron parte de mi personalidad como un rompecabezas que se fue completando con el tiempo, pero que tiene algunas piezas viejas. Están ahí para recordarme de dónde vengo.
Estos días leo mucho sobre suicidio, sobre ayudar a otros que están en esos momentos en que sienten que no hay salida, sobre apoyo. A mí me hubiera gustado en ese momento poder contárselo a alguien, pero no tenía a nadie. No sabía a quién recurrir. Simplemente pasó que cuando tuve las oportunidades de hacer lo que quería hacer, me dio miedo seguir adelante. Algo adentro me decía que no terminara con una vida que estaba recién empezada. En ese momento seguramente no lo vi de esta manera, pero hoy que pasaron unos buenos años me alegro de no haber hecho nada. Me hubiera perdido tantas cosas. En estos 20 años no llego ni a pensar la cantidad de cosas que me pasaron. Buenas y malas. Todas experiencias. Muchas cosas increíbles.
Si conocés a alguien que está pasando un mal momento, lo ves callado, con los ojos tristes, suspirando a cada rato, mirando la nada misma y perdido en sus pensamientos... preguntale qué le está pasando. A lo mejor no sabe pedir ayuda y la necesita. A lo mejor solamente necesita que alguien lo escuche, y con eso sería suficiente.
Si vos que estás leyendo esto te sentís derrotado y aislado, no estás solo. Buscá ayuda. Vale la pena, te lo aseguro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario