Con el correr del tiempo, desarrollé una habilidad para analizarme a mí misma sin necesidad de ir a un psicólogo. A veces quizás tardo más en darme cuenta de ciertas cosas, pero por general termino entendiéndome. Y por ahí también me pasa con otros. Creo que el hecho de ser más solitaria me llevó a ser más observadora, pero igual esto no viene al caso.
Cuestión que acá en Buenos Aires, hoy 20 de julio se celebra el día del amigo y, como en muchas de estas fechas nefastas, una de las cosas que puede suceder es que uno se ponga a pensar. «¿Qué es la amistad? ¿Tengo buenos amigos? Los que tengo, ¿son realmente buenos?»
Desde que tengo uso de memoria que a mi vida le falta una figura masculina. Llámese padre, llámese hermano. Su ausentismo me hizo crecer y pasar por la adolescencia (tras una infancia un tanto jorobada) sin esa imagen de hombre que, se supone, habría que tener de alguna manera. Pero, como a muchas personas que tal vez les pasó lo mismo (o peor que a mí, porque en mi caso no fue por no tener padre ni hermanos, sino por tenerlos y que no cambiara absolutamente nada), buscamos lo que nos falta dentro de casa afuera.
En mi vida, desde que recuerdo, siempre hubo UN amigo especial. Cuando digo especial, me refiero a uno de esos compinches irreemplazables con el que hacemos todo. Vamos acá, allá, nos juntamos en casa, charlamos por horas, en fin. Siempre que me pienso en algún momento de la vida, puedo nombrar qué «mejor amigo» tenía en ese momento.
En estos últimos años creí que había encontrado al actual. Confié ciegamente (grave error) y me vi boludeada. Pero me dejé boludear. Y sé que es porque yo necesito esa figura masculina, me acostumbré a tenerla de alguna manera. No es fácil crecer sin el modelo, pero a veces los que estamos «solos» (y no es por dar lástima, simplemente es la realidad) nos aferramos a las personas y, sin darnos cuenta, exageramos un poco. Cruzamos hacia el umbral donde las actitudes negativas del otro nos pueden afectar de manera muy grosera.
Esta persona en que yo confié ciegamente me demostró en estos últimos meses, que el lugar de «mejor amigo» le queda enorme. ¿Y qué pasa? ¿Por qué me dolió tanto esa demostración?
Porque ahora siento ese vacío de no tener esa presencia.
Es extraño. Tal vez puedo llegar a decirles que es la primera vez que me pasa. No recuerdo un momento de mi vida en donde no tuviera
ese compinche.
Creo que ya va siendo hora de que aprenda a vivir con ese vacío. Aunque también me doy cuenta que la persona que tengo al lado y elegí para compartir toda mi vida, me viene demostrando hace mucho tiempo que ese vacío no tiene por qué estar, ya que él está acá. Conmigo.