lunes, 15 de julio de 2013

La maldición de la calza

Hace unos años me compré en un local de ropa de acá de mi barrio unas calzas de esas que algunas mujeres solemos ponernos debajo de las polleras, pero en no mucho tiempo se me empezaron a hacer pelota y se me rompieron todas en la zona de la "ingle", un lugar maldito por los dioses en donde las personas que somos de tener piernas juntas rompemos toda la ropa (calzas, jeans, etc) después de un tiempo de uso. Estoy acostumbrada a que me pase, pero digamos que no me duraron mucho, así que en ese entonces opté por ir al negocio a decirle a la que me vendió (una mujer que lleva MUCHOS años en el mismo negocio de ropa en este barrio, donde entre otras mi vieja vive comprando), a ver qué onda con sus calzas.

Cuando fui a hablar con ella, su justificación fue (y estoy citando casi textuales sus palabras): "No sé por qué se te rompieron las calzas. Sinceramente no suelo tener clientas gordas".

Más allá de que esta señora es una reverenda hija de mil puta persona sin tacto alguno, no puedo hacerme la ofendida diciendo algo como "y yo no estaba gorda" porque le estaría mintiendo. Estaba gorda, sí. Pero no hacía falta esa respuesta, sinceramente. Una cosa no hace a la otra. Que tu ropa sea una cagada que no dura nada no es mi culpa, por más que yo tenga ese problema.

Desde ese momento me juré que nunca más pisaría el local de esta mierda de persona, pasara lo que pasara, donde además tampoco es que tiene la mejor ropa de la zona. Es barata (dentro de todo) pero no es la muerte de nadie.

La semana pasada estaba buscando un regalo para mi suegro y vi en el negocio de esta enferma, desde la calle, unos sweaters que estaban buenísimos y no eran para nada caros. Como yo no le quiero pisar, le pedí a mi vieja que me acompañara a comprarlo. Obvio, "que boluda" pensarán ustedes, porque si tanto la desprecio no debería comprarle, pero la verdad es que la economía pesa y tampoco me iba a dejar robar pagando el doble por un sweater que ahí estaba a buen precio. En fin, cuestión que voy con mi vieja y es tanta mi mala suerte que la que sale a atenderla es esta reventada. Me alejo de la vidriera y me quedo casi en la vereda esperando que mi vieja lo compre, cuando la escucho que le dice: "Ayyy pero qué hizo tu hija, está re flaca, blablabla"

Acto seguido me mira a mi y me dice: "Cuánto adelgazaste?" poniendo cara de copada, y con mi mejor (¡pero la mejor!) cara de orto le dije, mirándola a los ojos: "LA VERDAD QUE NO SÉ", y me fui.

No es que yo soy una loca bárbara y le tiré la mejor respuesta del mundo, no es por eso que lo cuento, pero esta mina me genera repulsión. Más allá de que alguna vez me haya dicho esa burrada que nunca me voy a olvidar, esté gorda o no esté gorda, me da bronca la mala actitud de las personas, especialmente cuando se dedican al negocio de la ropa. Yo no me rompí el orto para bajar de peso para después ir a sonreirle a alguien que en su momento me bloqueó con su comentario por mi peso en ese entonces. No. Lo hice por mi, porque ya no me sentía bien, y porque siempre fue algo que me molestó de mi vida. Así que si estás esperando que después de ciertas cosas vaya y abrace tu comentario y me suba el autoestima, podés esperar sentada, pendevieja asquerosa, teñida y ridícula.

Si no tienen tacto para tratar con gente, no se dediquen a negocios que involucran a las personas. O por lo menos aprendan a guardar su mierda adentro y ponerle sonrisa a los demás, caso contrario, dedíquense a otra cosa porque se van a cagar de hambre. O van a perder clientes.

2 comentarios:

Zoqueta dijo...

Sí, la verdad que podrían dedicarse a otra cosa. Es cualquiera que te digan esas cosas, de última no digas nada o buscá la manera de decirlo y que tu cliente no se sienta un bofe de primera categoría.

Akira-san dijo...

¡Terrible lo que contás! Que guacha malparida. Es así como decís, si te pones un local para venderle cosas a la gente, ponele onda y fijate de tener un poco de tacto. Lo ideal, es ser sincero y preocuparte por lo que tu cliente necesita, hacé que se sienta cómodo con tu trato y, si no tenés lo que vino a buscar, preocupate por ver qué le podés ofrecer para ayudarlo a encontrar algo que le pueda solucionar su necesidad. Cuando siento que me atienden así, siempre me hago un fiel cliente, incluso a veces aunque económicamente no me resulte tan conveniente comparado con otros comercios.
Pero lo que es imperdonable, obviamente primero, es no tener la mínima sensibilidad de no discriminar a una persona que te está dando de comer básicamente y, segundo, aunque en tu mente podrida se te ocurra cualquier adjetivo, y además no te importe un cuerno venderle algo que le sirva, por lo menos aprendé a callarte la boca y al menos no perdés un cliente.